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Jesús, amigo de los animales

  • Por Soy502
24 de diciembre de 2014, 20:57
Jesús vino al mundo rodeado de animales.

Jesús vino al mundo rodeado de animales.

Estos son los días en los que celebramos el nacimiento de Jesús, el Salvador del mundo.

Todos los creyentes reconocemos estas fechas con mucha alegría y fervor porque es el comienzo del sacrificio de Cristo en la Tierra para el perdón de nuestros pecados. 

Los cuatro evangelistas: San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, relatan en el Evangelio la historia del Nacimiento de Jesús.  Cada uno con su estilo y descripciones originales, pero todos coinciden en una cosa: "Y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue" (Mateo 1, 18-25).  

Cristo nació en un establo. ¿Eh? Ya los profetas lo habían vaticinado. ¿Por qué Jesús, siendo Dios, creador de todas las cosas, no nació en un castillo con paredes de oro o en tierras más ricas? ¡Él es el rey del mundo! Sí lo es. Pero decidió nacer en un humilde y pobre portal. 

En aquellas épocas, lo más común era nacer en el hogar con asistencia de alguna comadrona o partera. Los primeros sonidos que llegaban a los recién nacidos en esos años eran aplausos, lloriqueos, guacalazos de agua y los chispazos de la leña encendida.

Actualmente, el primer contacto sonoro con la Tierra se resume a las indicaciones incomprensibles de un ginecólogo y un pediatra; el pito constante del ritmo cardíaco, los roces arrítmicos de los instrumentos punzocortantes para la cesárea, el goteo del suero y los pasos apresurados de varias enfermeras. 

Jesús no escuchó nada de eso.  Lo primero que captaron sus pequeñas orejitas, además de las emociones encontradas de María y José y del coro celestial, el Niño Dios escuchó la respiración tibia y pausada de una mula y un buey; los pequeños y tiernos rebuznos del burrito sabanero a quien San José tanto quería; los cacareos curiosos de algunas gallinas que pululaban por allí;  alguno que otro aleteo de murciélagos;  el chirrido constante de los grillos esparcidos en la noche; el arrullo quedito de las palomas adormitadas entre las tejas, y cientos de balidos provenientes de los rediles de ovejas.

Me encanta imaginar que algún perro callejero se acercó al pesebre, olfateó al Niñito Dios y luego de la aprobación de María, lamió con ternura sus rosadas mejillas que apenas sobresalían de los trapos con que había sido arropado. 

Qué manera tan hermosa y poco habitual de venir al mundo.  Pero Dios así lo quiso.  Nadie les dio un espacio en la posada.  La noche en Belén estaba muy fría y qué mejor lugar para dar a luz que un establo lleno del calor y aliento de los animales.  Quizá el portal no era un hospital cinco estrellas, pero sí el sitio indicado para enseñar a los humanos el sentido de la humildad, amor y el respeto a la naturaleza creada. 

Jesús fue siempre fiel amigo de los animales.  Nació rodeado de ellos.  Estoy segura que durante su infancia tuvo muchas mascotas.  María y José han de haber sido muy buenos padres y enseñaron a su Hijo a cuidarlos y protegerlos.   

Imagino al Niño Dios, con su rostro lleno de picardía, correteando en los patios de Nazaret tras los perritos callejeros.  Seguro les llevaba agua y algún panecillo que sobraba de las comidas. También lo imagino caminando por los valles, conversando con las ovejas y acariciándoles sus rizos.   

Aquella Noche Buena, muchos pastores oyeron el anuncio del ángel y llegaron corriendo al portal de Belén.  Le llevaron ovejas como ofrenda, así que Jesús sí que sabía sobre ellas. 

Recordemos también que en el Antiguo Testamento, Dios demostró el respeto y el amor a su Creación, salvando a todos los animales del planeta de un terrible diluvio que acabó con la humanidad hace millones de años.  

Las figuras en el nacimiento

La mayoría de guatemaltecos elaboramos Nacimientos y los decoramos con musgo, barba de viejo, manzanilla, aserrín, rocas, luces blancas y de colores y ahora, hasta con fueguitos artificiales de luces Led.  Nunca faltan el buey y la mula, las ovejas, perros, gallinas, gansos, pollos, vacas y hasta ratones.  Sé que lo más importante es el Niño Dios, San José y la Virgen María, pero ¿qué sería de un Nacimiento sin animales? Sería un Nacimiento triste. 

Jesús vino al mundo sin nada y sin nada se fue, por ello quiso nacer en un pequeño establo.  Con este acto de mansedumbre, Dios nos transmite el mensaje de la humildad. Los animales que vieron nacer a Cristo sabían perfectamente quién estaba recostado en ese roído pesebre de madera. ¡Reconocieron al instante a su Creador!  Le rindieron culto y admiración y le dieron su aliento.

El profeta Isaías anunció con anterioridad que Jesús nacería entre dos animales. Se refería al buey y la mula.  Estas dos figuras nos recuerdan que muchas veces el "pueblo de Dios" no reconoce su venida; y la mula y el buey, pese que son solo animales, reconocen a su Señor y contemplan desde muy cerca el pesebre de su Dueño.  A los hombres se nos olvida eso y por eso el mundo está como está.

En resumidas cuentas, Jesús se hizo pobre y nació en un corral para demostrar que el poder no consiste en "tener".  Nos enseñó el valor de la naturaleza creada y la virtud de la sencillez que todos deberíamos practicar.

"Y así, a media noche de un 24 de diciembre, un pequeño Niño lloró. Y sus lágrimas magníficas fueron respondidas con la admiración unísona de cientos de voces, titileos, trinos, ladridos, balidos, aúllos, gruñidos, rebuznos y relinchos que provenían de todo el mundo y el Universo".

¡Los peces en el río!

Como están de moda los memes sobre la extraña letra del villancico "Los Peces en el río", averigüé algunos detalles.  Honestamente, no se encuentra mucho. Los Peces en el río, uno de los villancicos más cantados en Latinoamérica, después de Campana sobre Campana, tiene sus raíces en Arabia por su letra, las repeticiones del estribillo y su peculiar estilo literario.  Nadie conoce al autor, pero todos nos sabemos la bendita canción. 

¡Feliz Navidad!  Recordemos que su significado no es comprar, comer y beber.  La Navidad es dar, no recibir.  Y qué mejor manera de dar que adoptar a un animalito sin hogar.

Les comparto un hermoso poema de Rafael Pombo, poeta colombiano y uno de los fundadores del romanticismo sudamericano. (1833-1912)

EL NIÑO Y EL BUEY

El niño --- ¿En qué piensas todo el día Tendido sobre la yerba?

Parécesme un gran doctor

Embelesado en su ciencia.

El buey ---La ciencia, niño querido

No es lo que a mí me alimenta;

Esa es fruta del estudio,

Con que Dios al hombre obsequia.

Fuera el pensar para mí,

Pobre animal, ardua empresa;

Prefiero hacer treinta surcos

Antes que aprender dos letras.

Mascar bien, me importa más

Que una lección en la escuela.

Con las muelas masco yo,

Tú, niño, con la cabeza.

Pero si anhelas ser sabio

Ojalá viéndome aprendas

A rumiar, y rumiar mucho,

Cada bocado de ciencia.

El digerir, no el comer,

Es lo que al cuerpo aprovecha,

Y el alma, cuerpo invisible,

Tiene que seguir tal regla.

Sin rumiarlo bien, no engullas

Ni una línea, ni una letra;

El que aprende como un loro,

Loro ignorante se queda.

Rafael Pombo

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