Principales Indicadores Económicos

Lo peor que pueden hacer las elites es engañarse

  • Por Soy502
25 de septiembre de 2017, 05:00
Miles de personas llenaron la Plaza de la Constitución durante varias horas el 20 de septiembre. (Foto: Soy502)

Miles de personas llenaron la Plaza de la Constitución durante varias horas el 20 de septiembre. (Foto: Soy502)

Mientras las calles de Guatemala reventaban con las manifestaciones del miércoles 20 de septiembre, algunos amigos empezaron a pedirme fotos por WhatsApp. 

Las querían para enviar pruebas fehacientes a sus familias o amigos de que la protesta era una realidad, que la Plaza estaba a reventar y que no era un movimiento “de acarreados”, como algunos acusaban. 

 

Varios de esos chats fueron bombardeados con una campaña feroz que intentaba persuadir a los guatemaltecos de no asistir a las manifestaciones del #20S.

El resultado lo conocemos: hubo protestas multitudinarias en la capital y varias ciudades del interior del país, como Xela, Cobán, Santa Cruz del Quiché o Chimaltenango, entre otras, acuerpadas por la clase media y  pequeños y medianos empresarios.

También protestaron otras entidades de raigambre campesina y popular, como los 48 Cantones de Totonicapán, el Comité de Unidad Campesina, CUC y el polémico Codeca.

Quienes estuvieron en las protestas y evaluaron con seriedad el flujo de personas estiman que se movilizaron entre 100 y 200 mil personas. 

Mientras las protestas se desarrollaban, la maquinaria propagandística que ha tratado de dividir a la sociedad empezó a minizarlas. Horas más tarde, el diputado Estuardo Galdamez, uno de los más cuestionados miembros del Congreso, dijo que no pasó de ocho mil personas. Seguramente los contó con el mismo método que Javier Hernández usó para estimar a “los 20 tuiteros”.

En la reunión de ganaderos que apoyó a Jimmy Morales el fin de semana, se elevaron voces en el mismo sentido: diciendo que las protestas no involucraron más de cinco mil personas.

Resulta increíble que tantas personas estén enfocadas en desdeñar la protesta del #20S ignorando los hechos y la evidencia documental de una manera Orweliana, que raya en lo ridículo, en lugar de evaluar la dimensión que alcanzó , pese a que ocurrió en día laboral y se le boicoteó la convocatoria de diversas maneras.

A muchos amigos que quiero y respeto les he dicho últimamente que es necesario hacer la lectura correcta del momento político. Aquí no hay una revolución ideológica. Simplemente, la ciudadanía está harta de la corrupción, especialmente la clase media que paga impuestos y está hasta el gorro de que se los roben para gestar fortunas de fábula.

No hay encuestas científicas de la protesta del #20S, pero me atrevería a afirmar que la gran mayoría de los manifestantes enarboló tres demandas concretas: renuncia de los 107 (ahora parece que 112) diputados del #PactoDeCorruptos, renuncia de Jimmy Morales y una reforma profunda de la Ley Electoral y de Partidos Políticos, (LEPP) que elimine la pistocracia y oxigene el sistema abriendo espacios.

El #20S también hubo grupos que exigieron una Asamblea Nacional Constituyente. Los que buscan una Constituyente, sí o sí, e inmediatamente, son una minoría. Sin embargo, con las condiciones prevalecientes en el país, es obvio que el balance de fuerzas en el discurso puede cambiar.

Lo peligroso de esta situación, sobre todo para la elite económica, es que si no se involucra en la lucha contra la corrupción, si no se suma con convicción y firmeza a erradicar el saqueo, la cooptación de las instituciones y la impunidad, perderá legitimidad a los ojos de quienes exigen el buen uso del tesoro público y ven con frustración cómo hay quienes alcahuetean a los impresentables diputados que pretendieron excarcelar 400 delitos.

El riesgo mayor es que el país se estanque ante la reticencia de unos cuantos, hasta que ocurra un zafarrancho de insospechadas consecuencias.

Nos hemos convertido en un país que exporta pobres, con índices de desarrollo deplorables, donde cada vez es más difícil aspirar a la paz, la justicia y la prosperidad. 

El llamado que convocó a decenas miles de guatemaltecos a las calles fue el de la decencia. Esa debería ser la mejor noticia en años: que pese a nuestra diferencias, que son muchas y profundas, estamos de acuerdo en eso, en cerrarle el paso a la pistocracia y las mafias.

El #20S, el verdadero espacio de construcción de ciudadanía --de reivindicación y demanda políticas-- se dio en las calles, en las plazas, donde decenas de miles de guatemaltecos, especialmente los jóvenes, unieron sus voces para reclamar el futuro. Ahí hay espacio para todo el que ame la justicia y ahí es donde está la masa crítica transformadora, no en la burbuja de los chats privados donde se repite "que ahí viene el coco" y que las protestas del #20S son espejismos porque aquí no pasa nada.

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