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La panel negra

  • Por Soy502
28 de septiembre de 2017, 05:08
Sulma Franco tuvo que pedir "santuario" en un templo en Texas para permanecer en los Estados Unidos. (Foto: Louisa Reynolds)

Sulma Franco tuvo que pedir "santuario" en un templo en Texas para permanecer en los Estados Unidos. (Foto: Louisa Reynolds)

No hay una palabra que infunda más terror entre las comunidades latinas en Estados Unidos que la migra: oficiales vestidos de de negro que llegan en una panel del mismo color. Esa panel negra se ha convertido en sinónimo de detención, padres de familia deportados mientras sus hijos son enviados a hogares de acogida y se pierden en un laberinto burocrático estatal.

La guatemalteca Sulma Franco Chamalé está dispuesta a todo con tal de evitar la deportación. Llegó a Estados Unidos en 2009 después de una travesía de cinco días en el tren conocido como La Bestia, que cruza todo México.

Se siente afortunada porque no fue violada por pandilleros durante el trayecto ni perdió la vida al caer sobre la vía del tren. Su rostro moreno y pecoso, enmarcado por una larga cabellera, se asoma por la ventanita del food truck donde ahora trabaja, cerca del aeropuerto de Austin, en Texas.

Sulma estudió psicología pero se ha adaptado a trabajar en un camión de comida en Texas. (Foto: Louisa Reynolds)
Sulma estudió psicología pero se ha adaptado a trabajar en un camión de comida en Texas. (Foto: Louisa Reynolds)

Cuando emprendió el camino sola, sin ayuda de ningún coyote, le faltaba apenas un año para graduarse como psicóloga en la Universidad de San Carlos. Se fue tras recibir amenazas por el trabajo que realizaba con mujeres sobrevivientes de la violencia sexual en el municipio de Ixcán. También pesó en su decisión el hecho de que es lesbiana y su familia no acepta su orientación sexual.

Llegó a la frontera norte de México y fue detenida por la migra después de cruzar el Río Bravo. Pasó semanas detenida en la hielera, un recinto donde las autoridades migratorias obligan a los indocumentados a permanecer durante días, soportando bajas temperaturas a las cuales no están habituados, como medida de presión para que accedan a ser deportados.

Sulma logró salir bajo fianza. Desde entonces, su vida se ha convertido en un laberinto burocrático: peticiones de asilo, audiencias en la corte y amenazas de deportación. Así viajó sola, fue a la biblioteca pública, estudió las leyes y se representó a sí misma en las audiencias. 

En junio de 2015, cuando su petición de asilo fue denegada, pidió “santuario” en una de las iglesias estadounidenses que están acogiendo indocumentados, conscientes del costo político que tendría para la migra, irrumpir a la fuerza en un lugar de culto para detener a una persona.

Durante los dos meses que permaneció allí, el temor a ser detenida eran tan grande que ni siquiera se atrevía a asomarse al parqueo. Por fin, recibió una prórroga de un año para argumentar su derecho al asilo. El calvario no había terminado pero al menos pudo salir del encierro.

Le pregunto qué es lo que más extraña de Guatemala. “La comida, la humildad de la gente campesina, su esencia…Aquí la gente es más fría”, responde.

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