Dos explosiones casi simultáneas, a todas luces causadas por terroristas suicidas, convirtieron este sábado una marcha por la paz en Turquía en un escenario de guerra en el centro de Ankara, con al menos 86 muertos y más de 180 heridos, 28 de ellos de gravedad.
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Las cifras fueron adelantadas por el ministro de Salud turco, Mehmet Müezzinoglu, en una rueda de prensa transmitida en directo por la cadena de noticias NTV.
Según se dio a conocer, miles de personas se estaban congregando ante la estación de trenes de la capital turca, lugar habitual para iniciar manifestaciones en esta ciudad. En medio de cánticos, bailes y bromas, dos potentes explosiones sucesivas desataron el pánico entre los congregados. Las detonaciones fueron tan fuertes que hicieron estallar las gruesas ventanas del edificio ferroviario y, en segundos, cientos de personas, quedaban salpicadas por una lluvia de restos de cuerpos humanos.
De las dos bombas, una fue detonada en medio de un grupo de ciudadanos sin identificación política, y la otra, cercana a un punto donde ondeaban banderas y pancartas del HDP, el partido de la izquierda kurda, y de varias agrupaciones marxistas. Nadie se ha reivindicado hasta ahora la autoría del atentado, el más sangriento sucedido este año en el país eurasiático.
El presidente de Turquía, el islamista Recep Tayyip Erdogan, condenó el atentado, el cual ha comparado con los ataques de la guerrilla kurda contra soldados y policías turcos, calificándolo como un "abominable ataque contra la unidad y convivencia".
El atentado ha sido condenado por mandatarios de varios países, que se han solidarizado con el pueblo turco.