En los pueblos ir a un centro de internet es muy normal: encuentras tantos como predicadores en las esquinas. Está al alcance de todos, especialmente de los estudiantes que desde temprana hora están “investigando” sus tareas de la escuela. Qué bien tener al alcance tanta tecnología, maravilloso porque nos permite conocer inmediatamente casi todo lo que necesitamos o deseamos saber.
Es importante darle buen uso al internet. Por ejemplo, los maestros y padres de familia tienen que darse cuenta de un problema que desde que apareció internet está ocurriendo. Los estudiantes han encontrado la manera más rápida de realizar sus tareas, sólo buscan lo que quieren, medio miran el tema, copian el contenido, lo pegan en una hoja en blanco y piden que les impriman el trabajo. En otros casos el asunto es peor; sólo le piden al encargado del internet que les realice el trabajo, dejan el tema y preguntan la hora para pasar a recogerlo.
Estoy seguro que la mayoría de maestros no revisa los trabajos que se les entrega. De hacerlo desde hace tiempo hubieran parado esta mala forma de “investigar”. Ven que los estudiantes entregaron mucho o poco texto para asignarles una calificación. O sea, tienen más puntos los que entregan más hojas.
Al final del año se ven los resultados: peritos contadores que no saben siquiera realizar una operación de regla de tres, otros que ni un resumen de vida pueden presentar al pedir trabajo, la mayoría con errores ortográficos como los que generalmente se ven en facebook. Vamos muy mal.
Los maestros tienen mucha culpa en esto. Si no tienen suficiente tiempo para revisar tantos trabajos, porque a veces tienen hasta cuarenta estudiantes, que no pidan más. Es mejor que pongan como tarea leer en casa temas importantes y llegar a comentarlos y analizarlos en la clase. Tienen que hacer que los estudiantes piensen, analicen, propongan y hagan las cosas.
Los padres tenemos también toda la obligación y el derecho de exigir a los maestros que hagan un buen trabajo con nuestros hijos. Muchos creemos que con mandarlos a la escuela termina nuestra obligación; tenemos que ver su progreso diario. Es su futuro lo que está en juego. ¿Qué tanta comunicación tenemos con nuestros hijos? ¿Qué sabemos de lo que están haciendo en clases? ¿Nos piden ayuda con mucha confianza o temen hablarnos? ¿Qué tanta comunicación tenemos con los maestros? Y no digamos que no tenemos tiempo porque seguramente nos sobra tiempo hasta para ver alguna telenovela o un partido de fútbol. ¡Son nuestros hijos!
No preocuparnos de ellos ahora, corremos el riesgo que en un futuro cercano sólo sepan copiar y pegar ideas de otros, como alguien que ni lo quiero mencionar.
