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El viernes 13 de noviembre es un día que será recordado por siempre: el grupo extremista Estado Islámico llevó a cabo una ola de atentados contra la capital francesa, la más sangrienta de su historia. Murieron 132 personas y cientas fueron heridas. Después de ese día, en las calles nada fue igual.
Cualquier elemento desconocido o abandonado en un rincón de algún lugar genera terror; en los transportes públicos las personas de origen musulmán se llevan todas las miradas, sospechosas; la gente no tiene ganas de concurrir a eventos masivos por miedo a que vuelva a ocurrir una matanza al estilo de la sala de conciertos el Bataclan.
El alerta en las calles parisinas continúa. Aún hay sospechosos de haber participado de los ataques que no fueron identificados o capturados, por lo que el gobierno no levantó el estado de emergencia, que prevé registros domiciliarios y detenciones sin orden judicial, mientras las fuerzas de seguridad siguen trabajando para dar con el paradero de los asesinos con más poder y autoridad.
Sala Bataclan
La sala de fiestas Bataclan, donde murieron 90 personas, volvió a recibir numerosas muestras de solidaridad en forma de mensajes escritos, ramos de flores y velas, convertida en el simbólico memorial del mayor atentado sufrido por Francia.
Los ciudadanos parecen haber integrado en sus vidas las cortapisas que supone el estado de emergencia, en particular la prohibición de manifestarse.
Algunos datos
Un mes después de los atentados, el 89% de los franceses asegura que mantiene sus hábitos normales, según un sondeo del instituto BVA, cuando una semana después del 13-N solo el 55% aseguraba que no había modificado su rutina.
Pese a todo, la percepción de que Francia vive una amenaza terrorista elevada es grande y está presente en el 94 % de los encuestados.
No obstante, ya solo un 42% considera esa amenaza “muy elevada”, frente al 70% que le otorgaba ese calificativo una semana después de los atentados.
* Con información de CNN, EFE y AFP
