Principales Indicadores Económicos

Una promesa que debemos cumplir

  • Por Soy502
02 de marzo de 2015, 19:52
Erradicar la pobreza extrema y el hambre son el primer objetivo del milenio. Ahora el reto es mayor: ampliar la clase media. 

Erradicar la pobreza extrema y el hambre son el primer objetivo del milenio. Ahora el reto es mayor: ampliar la clase media. 

Este año, en la tercera semana de septiembre para ser precisos, los líderes de todos los países del mundo asumirán un compromiso de dimensiones históricas.  En seguimiento a las Metas del Milenio (que establecieron por primera vez en la historia varios objetivos orientados a reducir la pobreza global) un nuevo acuerdo buscará algo que hoy parece imposible: erradicar la pobreza y ampliar la clase media en el mundo, protegiendo al mismo tiempo la sostenibilidad de la vida en nuestro planeta.

Lo que necesitamos es preservar la vida, proteger el planeta, y ofrecer una existencia digna a cada persona, no importa su edad, su género, su etnia o el lugar donde decida tener una casa, formar un hogar y hacer parte de una comunidad
Fernando Carrera
, economista y diplomático

Por más imposible que nos parezca, la idea tiene bases objetivas. La más importante es que esta es la primera generación humana que cuenta con la riqueza suficiente, las instituciones y las tecnologías para asegurar que todas las personas en el mundo puedan acceder a una educación básica de calidad, y puedan vivir libres del hambre y del riesgo de morir por causas prevenibles.  El mundo es rico, inmensamente rico comparado con lo que existía hace tan solo 50 años atrás, y el desafío es canalizar una pequeñísima parte de la riqueza existente (un dólar de cada seis mil invertidos en las guerras de Irak y Afganistán) para lograr que los recursos fluyan hacia los que realmente lo necesitan.  

Estos eran los Objetivos del Milenio que debían alcanzarse en 2015. Luego vendrá la segunda parte del compromiso.
Estos eran los Objetivos del Milenio que debían alcanzarse en 2015. Luego vendrá la segunda parte del compromiso.

Para ser honestos, movilizar esos recursos es un problema en sí.  Lamentablemente no importa cuan poco sea el dinero requerido para acabar con la pobreza. El problema es que cuando se habla de guerras se cuenta el dinero de billón en billón, cuando se habla de mercados financieros se cuenta de millardo en millardo, y cuando hablamos de seres humanos y de la vida en el planeta contamos de millón en millón.  Y por eso tres billones de dólares para una guerra parece justificado, y 700 millardos para salvar bancos parece algo necesario.  Pero 100 millardos para erradicar la pobreza y 100 millardos para asegurarnos que protegemos el planeta parece una demanda exagerada y difícil de satisfacer.

El segundo problema es que aún si no hubiera discusión sobre los recursos necesarios, el erradicar la pobreza sin destruir el planeta es un desafío en sí.  Sacar de la pobreza a los casi tres millardos de personas que viven con menos de dos dólares al día (una definición bastante restringida), sin cambiar la matriz energética, las tecnologías de producción actual y los patrones de consumo existentes, provocaría niveles de contaminación que harían imposible la vida en la tierra. 

Así que no solo se trata de erradicar la pobreza.  También debemos abandonar las formas de producción de energía que contaminan el aire, la tierra y el agua, y construir nuevas tecnologías de producción que permitan generar procesos industriales sobre la base de energías limpias y renovables. Debemos también cambiar los patrones de consumo, utilizando productos manufacturados cuyos deshechos puedan ser reciclados, y alimentos que no amenacen la vida de las personas ni la vida del planeta en general. 

La misma sociedad de la opulencia y el deshecho ofrece los recursos para acabar con la pobreza a nivel mundial. Pero para ello tenemos que cambiar las prioridades globales, y dejar de pensar en formas de destruir al mundo y a los seres humanos,  cuando lo que necesitamos es preservar la vida, proteger el planeta, y ofrecer una existencia digna a cada persona, no importa su edad, su género, su etnia o el lugar donde decida tener una casa, formar un hogar y hacer parte de una comunidad.

El desafío está planteado y en septiembre el mundo será testigo de un evento que puede cambiar la historia humana.  Si fallamos, nuestros hijos y nietos sufrirán las consecuencias.  Una tragedia sin duda, pero una tragedia evitable.

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