Tras la alerta que generó la llegada del contingente militar que participó en la Misión de Naciones Unidas en el Congo, por la sospecha de contagio del virus del ébola, el diario español El País destaca la labor de los castrenses que desde su llegada el pasado 11 de marzo, permanecen en la base militar Mariscal Zavala. Este es parte del relato del reconocido diario.
De la selva de Guatemala a misioneros de paz en el Congo
“Quien no haya participado en una emboscada”, dice a EL PAÍS un comandante de la antigua guerrilla que prefiere el anonimato, “no puede imaginar la carnicería que significa”. Bebe un sorbo de café y añade: “volaban descuartizados, pero apretando el gatillo. Más de una baja nos provocaron en esas circunstancias”. Con la mirada perdida en el recuerdo, mitad nostálgica, mitad horrorizada, no puede reprimir un deje de admiración al exclamar: “¡Qué hijos de p...!”.
Esta es, quizás, la mejor descripción de la capacidad de lucha de los Kaibiles, el cuerpo de élite del Ejército de Guatemala, considerado entre los mejores del mundo para la lucha en selvas tropicales. Quienes superan el entrenamiento de 45 días para la tropa o 60 para la oficialidad —sin dianas ni toque de silencio, sino disponibilidad absoluta—, salen convertidos, literalmente, en máquinas de matar. Lo demostraron durante la guerra civil (1960-1996), y el prestigio alcanzado hace que oficiales de otros ejércitos de América Latina sean enviados a realizar ese entrenamiento.

La participación en la República Democrática del Congo, a pesar de ser en teoría una Misión de Paz, se ha cobrado su factura. El 23 de enero de 2006, ocho kaibiles murieron y cinco resultaron heridos al ser emboscados, con las primeras luces del día, por guerrilleros del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, en Inglés). En el enfrentamiento, según fuentes del Ejército, murieron 50 guerrilleros. Un monumento colocado a la entrada del campamento de Cobán (al norte de Guatemala), donde los enviados al Congo reciben un curso intensivo que hace énfasis en aspectos como los derechos de los prisioneros de guerra, recuerda a los caídos.
“Para nosotros son auténticos héroes”, dijo a EL PAÍS el teniente Adrián Juárez quien, junto a otros 60 soldados aterrizó este fin de semana en El Congo, como parte del 15 contingente de reemplazo. Al ser preguntado por la despedida de su familia ante la posibilidad de volver en una caja de madera, afirma que, aunque dramática, forma parte de su condición de militar. “Soy soltero. Todavía vivo con mis padres. Y es natural que ellos comprendan que mi profesión lleva consigo riesgos muy elevados. Lógicamente, existe el factor sentimental y, como es natural, rodaron algunas lágrimas".

Desde que el Ejército guatemalteco abrió sus puertas a las mujeres, ellas también participan en las misiones de paz. Aleida Peñate lo hace en calidad de secretaria. Cuenta que le hace ilusión ayudar a otros seres humanos que viven en un contexto de conflicto. “Mi misión será, fundamentalmente de comunicaciones entre el contingente en África y la superioridad en Guatemala y la ONU”. También es soltera aunque se confiesa “casada con la fe, la católica”. Los soldados que han vuelto tras un año en el Congo están aislados. Al venir de un país donde el ébola ha hecho estragos, tienen que superar la cuarentena de rigor, por lo que no pueden ser entrevistados.





