Vecinos relatan el escalofriante llanto que se escucha a medianoche en el cementero general de Santa Cruz del Quiché.
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Cuando las campanas del parque marcan la medianoche, el silencio de Santa Cruz del Quiché se quiebra con un lamento profundo que eriza la piel. Vecinos que viven cerca del cementerio general aseguran que se trata de una mujer, un alma en pena que recorre las tumbas envuelta en un vestido blanco.
Su presencia, dicen, se anuncia con un frío repentino y el eco de un llanto desgarrador que parece salir desde lo más hondo de la tierra. Algunos la llaman La Llorona; otros prefieren referirse a ella como la mujer de blanco, porque nadie ha logrado verla de cerca sin sentir miedo.
Don Güicho, quien habita en el sector desde hace más de una década, relata que las manifestaciones no son nuevas. "Ay Dios, si le contara lo que hemos visto y escuchado, hasta un libro podría escribir", dice entre risas nerviosas, mientras observa hacia el camposanto.
Aunque intenta tomárselo con humor, admite que las noches en que suenan los lamentos se siente un ambiente distinto, pesado, como si algo invisible caminara entre las sombras.
Según su testimonio, la aparición sucede siempre a la misma hora: justo cuando el reloj marca las doce. La figura femenina camina lentamente entre las lápidas, se detiene frente a la capilla y luego desaparece sin dejar rastro.
Nadie ha podido ver su rostro, y las personas mayores aseguran que quien la mira de frente pierde su alma y jamás vuelve a ser el mismo.
Cuenta la leyenda...
Los pobladores cuentan que los lamentos se intensifican en los días previos al Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos, cuando el cementerio se llena de flores, velas y oraciones.
Algunos creen que el alma que vaga es la de una joven que murió antes de casarse y que aún busca a su prometido; otros sostienen que es una madre que no encuentra a sus hijos y clama por ellos cada noche.
Sea cual sea su origen, su historia se ha convertido en parte del folclor santacruceño. Los más viejos aconsejan no pasar cerca del cementerio después de medianoche, y los niños crecen escuchando las advertencias de sus abuelos.
