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Un médico guatemalteco combate al COVID-19 en Nueva York

  • Por Dina Fernández
21 de abril de 2020, 19:30
Saúl Ríos se graduó de médico de la UFM y desde hace cuatro años trabaja en Nueva York, donde ahora es médico internista en el Jacobi Medical Center, en el Bronx. (Foto: Jacobi Medical Center)

Saúl Ríos se graduó de médico de la UFM y desde hace cuatro años trabaja en Nueva York, donde ahora es médico internista en el Jacobi Medical Center, en el Bronx. (Foto: Jacobi Medical Center)

El doctor Saúl Ríos, un médico guatemalteco que trabaja en Nueva York, jamás había tenido una experiencia tan dura. Y eso que viniendo de Guatemala, estaba acostumbrado a ver hospitales desabastecidos, con carencias, donde muchas veces se ejerce la medicina en condiciones que en otras latitudes se reservan para las guerras o las catástrofes.

Pero fue ahí, en el epicentro americano de la pandemia de Covid19, donde le tocó atender la erupción de neumonía causada por el nuevo coronavirus, la mayor emergencia sanitaria en el mundo desde la pandemia de gripe española en 1918.

En tan solo una semana, el doctor Ríos vio morir a 12 de 25 pacientes a su cargo en el hospital Jacobi Medical Center, ubicado en el Bronx, al norte de Manhattan. Cada día, uno o dos de sus pacientes entraban en descompensación y fallecían. "Previo a esta pandemia, la última vez que murió un paciente en mi servicio fue hace ocho o nueve meses", recordó.

La experiencia ha sido demoledora y marcará a Ríos y a toda una generación de trabajadores de la salud. El cansancio, el impacto emocional y los riesgos  —pues muchos, como este médico guatemalteco se han contagiado—, acompañarán de por vida a quienes como él se han batido contra el Covid-19 en sistemas sanitarios al borde del colapso y a ciegas, pues aún no existe un tratamiento aprobado para el nuevo coronavirus. 

 

En el epicentro de la pandemia

Al momento de escribir esta nota, la Universidad Johns Hopkins registraba más de 44 mil muertos por coronavirus en Estados Unidos, de los cuales casi 15 mil corresponden a la ciudad de Nueva York, que ha sido descrita como el Wuhan de América, en paralelismo con la ciudad china donde se originó la pandemia.

Ríos explicó que el primer caso en Nueva York ocurrió el 25 de febrero. A partir de ese momento, el hospital donde se desempeña como médico internista comenzó a prepararse. En una semana, duplicaron la capacidad instalada. Cancelaron cirugías y la atención pediátrica y reasignaron esas camas para recibir a los contagiados de coronavirus, que comenzaron a llegar a mediados de marzo. En dos semanas, pasaron de atender 220 pacientes a más de 400, el 95 de ellos por Covid-19. "Los hospitales de la ciudad se saturaron muy pronto", relata Ríos.

Ríos, en el extremo derecho de la imagen, con otros médicos del hospital del Jacobi Medical Center, ubicado en el Bronx. (Foto: Jacobi Medical Center).
Ríos, en el extremo derecho de la imagen, con otros médicos del hospital del Jacobi Medical Center, ubicado en el Bronx. (Foto: Jacobi Medical Center).

Sobreviviente de Covid-19

Al igual que muchos médicos y personal sanitario, Ríos resultó contagiado de Covid-19 pero solo presentó síntomas leves. El primer signo de contagio fue un cansancio enorme que el médico atribuyó al largo día de trabajo. Esa noche la pasó mal, con escalofríos, y a la mañana siguiente desarrolló tos seca. En circunstancias normales, añade Ríos, "no le hubiera prestado atención", pero como había estado expuesto a tantos enfermos, se hizo el examen y dio positivo.

Para no sobrecargar el hospital, lo enviaron a su casa, donde experimentó escalofríos, dolor de cuerpo, fatiga, así como pérdida de los sentidos del gusto y el olfato, algo común entre los enfermos de Covid-19. Su esposa, médico también, resultó infectada pero nunca sufrió síntomas. Ríos sabe que tuvo suerte y no se queja. "La semana que me quedé en casa la pasé en cama", cuenta. "En algún momento tuve dolor en el costado izquierdo pero sin síntomas respiratorios". Los pacientes que él ha visto en el hospital presentan un cuadro muy distinto: "una dificultad respiratoria profunda e incapacidad para poder oxigenarse".

Como muchos otros pacientes que han debido tratarse en casa, el doctor Ríos se curó tomando el anti inflamatorio recomendado, acetaminofén, bebiendo mucho líquido y guardando reposo. No le contó a su familia hasta que ya estaba recuperado, para no alarmarlos. Al cabo de una semana volvió a sus labores porque el hospital seguía en crisis y requería de su trabajo.

"No hacer daño"

Más allá de atender a un volumen extraordinario de pacientes y sobreponerse él mismo a la enfermedad, la mayor dificultad para Ríos ha sido tratar a los enfermos a tientas, sin un tratamiento aprobado. "Hemos aprendido sobre la marcha", señala Ríos, utilizando información preliminar recabada por los médicos que ya habían atendido la pandemia en China y en el norte de Italia.

En el Jacobi Medical Center, los pacientes están participando en varios estudios clínicos gracias a los cuales se les ha podido tratar con drogas que aún no están disponibles para el COVID-19, como la hidroxicloroquina, el antiviral remdesivir y otro medicamento anti inflamatorio conocido como tocilizumab. 

Ríos enfatiza que estos son aún tratamientos experimentales y que la comunidad médica sigue estudiando los resultados que puedan arrojar, ya sea positivos o efectos adversos. "A veces lo más difícil es no hacer daño", advierte el guatemalteco, "no hacer nada, solo tratamiento de soporte", para no administrar algún fármaco o procedimiento que cause perjuicios.

"Los pacientes mueren solos"

La mayoría de pacientes que llega al Jacobi del Bronx son obreros de diverso origen étnico, latinos muchos de ellos. En esta ocasión, Ríos no ha atendido aún a un compatriota. Los pacientes que presentan más complicaciones, al igual que en el resto del mundo, son los adultos mayores que padecían ya de otras afecciones, como diabetes, enfermedades cardiacas o deficiencias renales. 

Sin embargo, indica el médico, los jóvenes no han sido inmunes: se han contagiado y sobre todo, han contagiado a otros más vulnerables. "Veíamos casos en los que llegaba el paciente de 75 o 80 años y nos mencionaba 'mi hijo estuvo enfermo la semana pasada pero solo tuvo síntomas dos días' así que vimos que los pacientes jóvenes al no respetar las normas de aislamiento social pusieron en riesgo a gran cantidad de personas, incluso a sus propios padres", dijo.

Lo más difícil para las familias fue la prohibición de visitas. Para muchos pacientes, ello significó morir en absoluta soledad, sin poder despedirse de sus seres queridos.

"Todavía falta"

Después de seis semanas agotadoras, Ríos indica que en su hospital han comenzado a bajar los ingresos por Covid-19.  "La semana pasada creo que vimos el pico de la infección", adelanta. Sin embargo, no se atreve a cantar victoria. "Falta. No sabría decir sino uno, dos o tres meses". 

El médico afirmó que mientras sale la vacuna que inmunice a la población, la mejor arma con la que se cuenta contra el coronavirus es el aislamiento social y las medidas sanitarias, como lavarse constantemente las manos o el uso de mascarillas. 

Entre tanto, resalta que las lecciones de estas últimas semanas marcarán al mundo entero, pero especialmente al personal sanitario que ha enfrentado la pandemia de Covid-19. Ríos destaca la voluntad de servir y colaborar que se ha visto en su hospital y más allá: en el gremio de médicos y trabajadores de la salud. "Es algo nunca visto, estar trabajando con otros especialistas, pediatras, ginecólogos, cirujanos, todos compartiendo información y experiencia clínica, aprendiendo sobre la marcha. Ha habido una unión muy fuerte y eso nos ha permitido sobrevivir a lo peor", concluyó.

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