Las últimas dos personas sentenciadas a pena de muerte por medio del fusilamiento fueron ejecutadas el 13 de septiembre de 1996, un hecho que se transmitió en vivo sin censura por televisión en Guatemala.
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El 13 de septiembre de 1996, Guatemala presenció en transmisión televisiva en vivo y sin censura la última ejecución por fusilamiento. Pedro Castillo Mendoza, quien cumplía 39 años ese día, y Roberto Girón Mendoza, de 49, fueron pasados por las armas tras ser condenados por la violación y asesinato de Sonia Marisol Álvarez García, una niña de cuatro años, el 19 de abril de 1993.
Ambos fueron ejecutados frente a la Granja Penal Canadá, en Escuintla, por un pelotón del Sistema Penitenciario.
"Hace 29 años se realizó el último fusilamiento, pero la sociedad guatemalteca ya estaba acostumbrada a la violencia. Por eso, considero que verlo en televisión no generó un trauma colectivo", señala el historiador Aníbal Chajón.
El experto recuerda que, en sus inicios, los fusilamientos en el país tenían motivaciones políticas. Sin embargo, con el aumento de crímenes violentos y secuestros, la pena capital se aplicó a delitos comunes.
Durante el régimen de facto de Efraín Ríos Montt (1982-1983), los Tribunales de Fuero Especial ordenaron el fusilamiento de 15 personas acusadas de subversión. Estos tribunales fueron posteriormente declarados ilegales por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Transición a la inyección letal
Las ejecuciones de 1996 impulsaron una reforma en el método de aplicación de la pena de muerte. El 10 de febrero de 1998, Manuel Martínez Coronado se convirtió en el primer reo ejecutado por inyección letal, tras ser condenado por el asesinato de siete miembros de la familia Arias, incluidos dos menores de edad, en una disputa por tierras en El Palmar, Chiquimula.
Coronado murió en el "Módulo de la Muerte" tras sufrir 18 violentas convulsiones. Su ejecución tomó apenas dos minutos.
