Todos los cucuruchos tienen su marcha predilecta: esa marcha que mueve el corazón al ritmo del redoblante y el clarinete. Las marchas fúnebres, declaradas patrimonio intangible de la nación, pueden convertir un turno en una experiencia inolvidable.
Las hay de todo tipo: elegantes, emotivas, caprichosas y pueblerinas. Lo que muchas personas no saben es que detrás de cada marcha, hay una historia que contar, una anécdota que hace que la composición musical cobre una identidad particular.
Aquí les dejamos algunas de las historias detrás de las marchas fúnebres en Guatemala:
La Fosa, de Santiago Coronado
Esta marcha hace retumbar cualquier templo y cualquier corazón pintado de morado en Semana Santa. Obra del maestro Santiago Coronado, originario de Chimaltenango, esta marcha fúnebre le debe su nombre a un sueño. Dice la leyenda que el maestro Coronadó soñó que estaba dentro de la Iglesia de la Merced, muy cerca del púlpito. Mientras en su sueño le rezaba a Jesús de la Merced, le dio mucha tristeza ver que la imagen no estaba en su capilla. De repente, relata el maestro Coronado, se enciende una luz blanca, inmensamente brillante que iluminó toda la iglesia y la Imagen de Jesús de la Merced empieza a salir de un foso todo vestido de blanco. En el fondo de este bello sueño, repicaban notas de una marcha fúnebre. De sobresalto el maestro Santiago Coronado se levantó y allí mismo, al pie de su cama, escribió una partitura con las notas musicales que había escuchado en el sueño. La marcha se llama: “La Fosa” porque, en palabras textuales del autor, “Jesús salió de la fosa”.

Salva a tu Pueblo Señor, de Pedro Donis
Cuenta el maestro Pedro Donis que en una visita a la Iglesia del Calvario en Chiquimula, pasó detrás del altar mayor y vio en la parte posterior del mismo una inscripción que decía “Salva a tu pueblo Señor”. Él pensó que esta inscripción podría ser un gran título para una marcha fúnebre. Y así fue, el maestro Donis la compuso el primer viernes de Cuaresma de 1949 y estrenada el segundo viernes de Cuaresma de ese mismo año.
Tu última mirada, de Alberto Velásquez
Muchas marchas encierran experiencias humanas y sirven para que los autores expresen sus sentimientos. En el caso de la marcha “Tu última mirada”, el maestro Alberto Velásquez se la dedica a su difunta madre. La madre del maestro se encontraba muy delicada de salud y le mandaron a avisar a su hijo quien por varios motivos no pudo llegar a tiempo a verla. La señora falleció y el maestro Velásquez arribó justo en el momento del sepelio, pidió que por favor le abrieran el féretro para poder ver a su madre por última vez. En ese preciso momento se le vinieron a la mente las notas de la marcha fúnebre que compuso en honor a su difunta madre, la última vez que la observó: la última mirada.






