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Familia Satey mantiene legado de elaborar chocolate artesanal

  • Con información de Erick Colop/Nuestro Diario
09 de junio de 2025, 16:17
Las tabletas se moldean en pequeñas cajetas de madera de forma artesanal. (Foto: Erick Colop/Nuestro Diario)

Las tabletas se moldean en pequeñas cajetas de madera de forma artesanal. (Foto: Erick Colop/Nuestro Diario)

En un pequeño taller en el corazón de Quetzaltenango, el aroma intenso del cacao recién tostado envuelve a quien cruza la puerta.

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Allí, entre moldes de madera y tablillas alineadas como pequeñas joyas marrones, Mirza Satey mantiene viva una tradición centenaria de elaboración de chocolate artesanal que comenzó con su bisabuela, doña Adela Ixcot, en 1920.

"El chocolate no solo se toma, se siente. Es memoria líquida", dice Mirza con los ojos brillantes mientras sostiene una tableta perfectamente moldeada, aún tibia.

Los granos se escogen cuidadosamente y se tuestan para elaborar la pasta del chocolate puro. (Foto: Erick Colop/Nuestro Diario)
Los granos se escogen cuidadosamente y se tuestan para elaborar la pasta del chocolate puro. (Foto: Erick Colop/Nuestro Diario)

Cada pieza de este chocolate artesanal cuenta una historia que empieza mucho antes de que el cacao llegue al taller.

La familia Satey selecciona cuidadosamente los granos, buscando aquellos con la fragancia más pura y el punto justo de fermentación. "Solo el mejor cacao puede honrar la receta de mi bisabuela", asegura.

El proceso de elaboración es cien por ciento artesanal, como su empaque y moldeado. (Foto: Erick Colop/Nuestro Diario)
El proceso de elaboración es cien por ciento artesanal, como su empaque y moldeado. (Foto: Erick Colop/Nuestro Diario)

Una vez elegidos, los granos se tuestan lentamente en comales tradicionales. Este proceso, que requiere tiempo y paciencia, libera los aromas profundos del cacao y determina la intensidad del sabor final. Después del tostado, los granos se enfrían y se pelan uno a uno, a mano, como se ha hecho por generaciones.

El siguiente paso es molerlo, proceso que se realiza en molinos de piedra. La pasta resultante, espesa y brillante, se mezcla con azúcar y especias según la fórmula original guardada celosamente por la familia. No hay máquinas industriales ni automatización; todo es artesanal.

El chocolate es preparado con materia prima cien por ciento natural, sin preservantes ni colorantes. (Foto: Erick Colop/Nuestro Diario)
El chocolate es preparado con materia prima cien por ciento natural, sin preservantes ni colorantes. (Foto: Erick Colop/Nuestro Diario)

Finalmente, el chocolate se vierte en moldes de madera donde reposa y se solidifica en forma de tabletas. Estas no solo son un producto para vender, sino que son fragmentos de historia, legado tangible de una familia de mujeres que han transmitido su conocimiento de boca en boca y de mano en mano.

Para los clientes, cada taza preparada con estas tabletas no es solo una bebida caliente; es un sorbo de tradición, de familia y de raíces. "Tomar este chocolate es como volver a casa", dice Mirza mientras envuelve cuidadosamente cada tableta, como quien protege un tesoro.

En tiempos donde lo instantáneo parece dominarlo todo, el chocolate de Quetzaltenango de la familia Satey resiste como un legado vivo.

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