El Papa Francisco se anota un nuevo éxito. Su más reciente encíclica, “Laudato si, sobre el cuidado de la casa común”, da justo en el clavo en momentos en que este país es testigo de lo que los expertos han descrito como un “ecocidio” y que los guatemaltecos, cansados ya de tanta indignación, observamos con una mezcla de estupor, impotencia y tristeza.

Me pregunto cuál sería la reacción del Sumo Pontífice si observara las dramáticas fotografías del río La Pasión o si escuchara los testimonios de quienes dependen de esas aguas para sobrevivir y que solo ven a la muerte deslizarse por sus aguas.
Lo que ocurre en Petén es una advertencia que le atañe a todo el país. A esta y, sobre todo, a las futuras generaciones. No podemos seguir creyendo que nuestros bosques y ríos aguantan con todo. Y que estarán presentes por siempre. Y que tenemos garantizados el agua y los árboles por toda la eternidad. Como si el fiasco de la “agüita mágica” del Lago de Amatitlán no hubiese sido suficiente escarmiento. En realidad, lo que necesitamos es una revolución medio ambiental en el país. Una que en serio nos cambie el mediocre chip del acomodo.
La tragedia del río La Pasión vuelve a recordarnos que necesitamos de una institucionalidad mucho más sólida para poder resguardar nuestros ya muy vulnerables recursos naturales. El Ministerio de Medio Ambiente es una de las Cenicientas del Estado. Es más, este año su presupuesto, en comparación con el del 2014, se redujo en 15.4 por ciento.
¿Cómo tener una presencia fuerte o capacidad para prevenir este tipo de incidentes, si el Estado aún no parece entender que esa cartera, y todas las entidades vinculadas con la protección de recursos, deberían de contar con mayor respaldo para emplear a los mejores profesionales disponibles? En este momento ni siquiera sabemos con certeza quién es el responsable de lo que sigue ocurriendo en La Pasión. También ignoramos quién debe de resarcir a las comunidades afectadas. Todos se lavan las manos, como si la contaminación fuera obra del maléfico.
En su encíclica, ya considerada por expertos como una “obra maestra”, Francisco nos recuerda que el cambio climático es real y que se agrava día con día. Que los humanos somos los principales responsables. Que afecta, en forma desproporcionada, a los más pobres. Que los esfuerzos individuales pueden ayudar, pero que son los políticos quienes tienen que impulsar los verdaderos cambios, tanto a nivel local como global. En este sentido, ¿qué ofrecen los candidatos a la presidencia de este insípido proceso electoral insípido? ¿Tienen diseñados planes de acción concretos? El Papa nos pide a todos escuchar el “llanto de la Tierra y el llanto de los pobres”. En este país abundan las lágrimas. “Laudato Si” parece haber sido escrita con Guatemala en mente.





