Antes de empezar con mi relato necesito hacerte una pregunta a ti que estás leyendo este texto. Quisiera que regresaras en el tiempo a la época cuando tenías 17 o 18 años. ¿Recuerda qué estabas haciendo con tu vida en esa etapa, cuáles eran tus sueños, tus preocupaciones, tus prioridades y en torno a qué motivaciones tomabas tus decisiones? Para la gran mayoría, nuestro mundo giraba en torno a las fiestas, la parranda, los chavos o las chavas y en general a todo lo que llenaba nuestro mundo de adolescentes con nuestras inseguridades, ambiciones egocentristas y esa incertidumbre de lo que sería de nosotros en nuestra vida adulta. La mayoría ni teníamos claro que estudiaríamos en la universidad o siquiera si nos interesaba volver al martirio de los estudios una vez habíamos terminado el colegio.

La historia que les quiero contar es sobre una norteamericana que llegó a Guatemala justo en sus 18 años en busca de aventura y al llegar, lo primero que hizo fue hacerse un tatuaje. Muchos tendrán la imagen de una spring breaker ansiosa de fiesta desenfrenada en un lugar exótico, buscando liberar todas sus inhibiciones para llevar historias que contar de vuelta en su país. Pero no podrían estar más equivocados. Ashley llegó a nuestro país motivada por conocer un mundo intrigante, por descubrir la verdad sobre el entorno en el que podía darse la necesidad de mercadear niños en páginas web y ONG´s. Vino solicitando apoyo financiero para garantizar la educación de estos niños o en ocasiones simplemente la posibilidad de sobrevivir.
Ese fue el caso de un niño que aparecía en un programa que buscaba captar apoyo económico en el extranjero. Los padres de Ashley Williams ya habían adoptado a dos bebés de Rumania y ella, siguiendo esa línea, quiso apadrinar a un niño de algún país con gran necesidad. ¿Adivinen que país salió en la lista como país de mayor necesidad? Por varios años la familia de Ashley envió fondos para apoyar a un niño que les era desconocido, salvo por una fotografía y una breve descripción en el sitio web. Ashley quería saber de primera mano si todo esto no era una estafa, si realmente existía ese niño y por qué había la necesidad de solicitar ayuda extranjera para asegurarle un mejor futuro o garantizar su mera sobrevivencia.
Al llegar a Guatemala empezó a trabajar como voluntaria en uno de estos programas de apoyo para niños con necesidad. Al enterarse de dónde provenía la mayoría de niños con los peores problemas, lo primero que quiso hacer fue visitar la colonia "la Limonada" que era el lugar de donde provenía aquella pequeña. Llegó en un taxi, se bajó y empezó a caminar por toda la colonia, que para los que no han ido nunca es en un desnivel pronunciado por estar en una zona de barrancos.

Al pasar observaba las casas de lámina, los personajes con caras duras y armados de escuadras y escopetas con la piel llena de tatuajes. Unos de estos tipos tatuados se le acercó y le habló algunas palabras de las que ella no había entendido nada en absoluto y se limitó a asentar con la cabeza, una gran sonrisa y a decir "sí, si jajaja, sí, sí", temiendo por su vida ya que el personaje tenía una escopeta doce recortada en una mano. Sin más, el tipo se dio la vuelta y ella siguió su camino con un nudo en la garganta. Hay que mencionar que Ashley no hablaba una gota de español y apenas llevaba algo de dinero en efectivo en los bolsillos, pero mientras caminaba y aún pasado ese temible encuentro, algo extraño se desarrollaba adentro de su ser, sentía felicidad de estar allí, sentía la necesidad de hacer algo para ayudar a cambiar ese mundo de una forma positiva.
Repentinamente había encontrado el norte se su vida, su razón de ser en el mundo. Todas las dudas sobre el futuro que tiene un adolescente en esa atapa de su vida, desaparecían con cada paso que daba en ese barranco con viviendas a punto de caerse, en ese ambiente hostil. Horas después de su peregrinación a pie por aquel lugar, el sol empezó a descender y cuando menos lo sintió estaba rodeada por un grupo de hombres tatuados y apestosos a marihuana, entre ellos aquel tipo de la escopeta y el resto, armados con pistola a la cintura. Ashley en su cabeza pensó: "hasta aquí llegó mi sueño de haber encontrado mi propósito en el mundo, ésta es la parte donde descuartizan a la gringa loca en la película". Los tipos siguieron diciéndole cosas que ella no comprendía y nuevamente aplicó la estrategia que le había funcionado unas horas antes: asentar con la cabeza y decir "sí, sí, jajaja, sí, sí".

De repente, uno de los tipos sacó lo que parecía algún tipo de máquina con una aguja y empezó a acercársele invadiendo su espacio, de hecho quería hacerle algo con esta extraña "cosa" que ya de cerca parecía tener un líquido obscuro adentro. Ella, muerta del pánico, seguía con una sonrisa de pavor pero por instinto cambio el "sí, sí", por un "no, no". El tipo de la escopeta le dijo: ¿Cómo que no, si me dijiste hace un rato que sí te ibas a tatuar, que te llegaban los tatuajes, así que ahora te toca". Ya el tono no era muy amigable y ella moría de pensar qué podía suceder. Allí comprendió que lo que querían era marcarla, hacerle algún garabato, con una máquina de tatuar hechiza, con una aguja más usada que la de una costurera y bajo las peores condiciones de sanidad que pudiera haber. Al final y con el temor de perder la vida tuvo que aceptar. Ellos le sugerían una calavera, una figura espantosa, el signo de su mara o cosas por el estilo, pero ella dijo que si accedía a hacerse algo sería la figura del ichtus, que es un símbolo que consiste en dos arcos que se intersecan de forma que parece el perfil de un pez y que su significado es "Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador". Ellos, no muy felices con la elección, milagrosamente la respetaron y así sin más ni más empezaron a dibujar la figura por su piel. Parece una historia de ficción, pero así fue el primer día de la vida de Ashley en Guatemala.
Logró salir con vida de aquel increíble paseo a pie. En unas pocas horas había vivido más emociones que en un año. Su cabeza era una montaña rusa de pensamientos. Pero el llamado que sintió ese día fue tan fuerte que llamó a sus padres ese mismo día y les dijo: "Encontré lo que quiero hacer el resto de mi vida y no pienso regresar a vivir allá, mi lugar está aquí". ¿Una locura? Tal vez, pero sus padres siendo fuertemente creyentes, dejaron que la energía fluyera y si esa causa noble era lo que ella quería hacer, no le podían matar el impulso. Así, Ashley empezó una historia nueva, una totalmente atípica para cualquier persona de su edad. Regresó todos los días a visitar la colonia y decidió conseguir un alquiler en "la Limonada" para mudarse a vivir allí. Porque para empezar a resolver los problemas de ese mundo, antes debía conocer las causas de toda esa miseria, de la violencia, de la razón por la que el crimen era una necesidad para sobrevivir.
Entre las razones que encontró, estaba que no existían fuentes de trabajo y para empezar a resolver esa necesidad emprendió el reto de iniciar una organización llamada Hope Renew que brindara trabajo y recolectara apoyo financiero en el extranjero para financiar la educación de personas en la colonia. Con financiamiento de su familia arrancó el proyecto, que fue un éxito desde el inicio. Contrató a varias personas que estaban desempleadas en la colonia y le ha financiado la educación a muchos jóvenes de esa zona. Ashley no es una persona normal, nada de lo que ha hecho es normal. Se ha ganado la confianza y protección de algunos de los mareros más peligrosos en "la Limonada" y su panadería prospera. Su visión de crear un cambio sostenible se basa en no regalar nada sino enseñar cómo ganarse la vida de forma honesta, en un mundo donde esa es la forma más difícil de lograrlo.
Una vez inmersa en ese mundo conoció otra realidad que muchos desconocemos, el sistema penitenciario nacional. Muchas de sus amistades tenían familiares, conocidos o ellos mismos por razones a veces fundamentadas y muchas otras no, que terminaban cumpliendo condenas en las cárceles locales. Viviendo dentro del sistema carcelario vio una alarmante realidad que la llevó a su siguiente proyecto de vida. Y es que si afuera de la cárcel muchas veces las pocas oportunidades guiaban a las personas directo al crimen organizado, dentro de la cárcel simplemente no había otra opción.
Ahora te planteo otra vez un reto para usar tu imaginación. Piensa que naciste en un asentamiento, en un barranco, que tu padre tal vez es un alcohólico que abusa de tu madre, que te forzaron a pedir limosna desde tus primeros años, que ya en la calle te pasaron las peores experiencias y sufriste algunos de los peores abusos que te pudieran ocurrir. Pero de lejos veías a los grupos de mareros que eran inmunes a esos abusos, que tenían en el grupo una unidad que nunca habías experimentado. El grupo se protegía uno con el otro, formaban algo que para ti nunca había existido, formaban una familia. Ahora estás adentro de uno de estos grupos y tu vida gira en torno a éste: uno para todos y todos para uno. Las actividades delictivas en las que estás metido hacen que en un momento termines en la cárcel. Una vez allí, todo tiene un precio. El que no te abusen en los baños, el que no te partan la cara todos los días, el acceso a una comida, no digamos si ya te convertiste en adicto a alguna sustancia o incluso a cigarrillos. Tu vida depende de que tengas un ingreso. ¿Y qué puedes hacer en una cárcel para generar un ingreso que te garantice no perder la vida? La respuesta más común es dedicarte a la extorsión, a usar algún tipo de conectes de la calle para ingresar drogas o alguno de los bienes que se consumen dentro. Si no eras un maleante y entraste bajo falsas acusaciones o cualquier otra razón, pero vienes de esa colonia en ese barranco y tus ingresos son cerca de cero, allí dentro de la cárcel te conviertes en un maleante.

Ashley se dio nuevamente al reto de cambiar el mundo, pero esta vez, su desafío era monumentalmente más grande. Como ya les comenté antes, ella no es normal, nada de lo que ha hecho es normal. De alguna forma logro ir ganándose espacios en ese nuevo infierno en la tierra y nuevamente se propone llevar una forma de generar ingresos de forma legal para los presos. Quiere enseñarle a las personas presas que existe una alternativa para ganarse la vida (literalmente) sin hacerle daño a nadie y sin infringir las leyes.
Ashley fundó una serigrafía en la cárcel de mujeres. Los detalles de este proceso dan para hacer un libro y en este espacio no lo puedo abarcar, ya en otra oportunidad será. Pero cabe con resumir que ahora emplea a más de 15 personas, lleva 9 años produciendo para diferentes clientes, desde empresas de alimentos, pasando por algún box de CrossFit, hasta personas individuales que se han enterado de su emprendimiento. Algunos de los requisitos para que las reclusas puedan laborar en su empresa incluyen: no consumir drogas, ser puntuales, estar activas en algún programa educativo dentro de la cárcel y sobre todo, aspirar a cambiar su vida de una forma honesta.
En resumen, la gringa "a la que le gustaban los tatuajes" no es una persona normal. Nada de lo que ha hecho es normal. Es ahora la miembro más joven en la historia de Rotarios de Guatemala. Recientemente ingresó al movimiento Global Shappers que es una iniciativa del World Economic Forum para agrupar jóvenes líderes para desarrollar programas de desarrollo social, es co fundadora de Hope Renewed , una ONG que busca a través de donaciones extranjeras financiar la educación de personas de bajos recursos y que le ha cambiado la vida a cientos de personas. Al conocer a Ashley y saber un poco de su historia todo parece material de una novela, nada es "normal".
Una vez, contándole este relato a una conocida, me hizo un comentario con cara juzgona. Su reflexión sobre ella fue: "esa chava debe tener problemas, está completamente loca". Me quedé callado y pensé en la película de Alicia en el País de las Maravillas y el diálogo entre Alicia y su padre. Ella le pregunta: "Papá, ¿estoy enloqueciendo?" y el Sr. Kingsley responde: "Temo que sí. Te has vuelto loca, estás demente. Pero te diré un secreto. Las mejores personas lo están".