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Poco Messi es mucho Messi

  • Por Soy502
07 de junio de 2015, 12:17

En una final de Champions League siempre se sufre. Algunas veces más y otras menos, pero la tranquilidad (o la decepción) nunca es total hasta que el árbitro pita. Así fue ayer en Berlín, una ciudad emblemática que tenía a dos equipos que querían el triplete. La Juve su primero y el Barça su segundo, algo que nadie había logrado hasta entonces.

De cada lado había un mediocampista histórico con una última oportunidad para llevarse una Champions (tal vez Pirlo tenga otra…), cada delantera estaba comandada por un argentino con el ‘10’ en la espalda, cada banquillo estaba ocupado por técnicos que se llevaron muchísimas críticas y que supieron soportar para llegar a lo más alto. Era más que una final.

El Barça tuvo la suerte de encontrarse con un gol en el minuto 4, y entonces comenzaron los murmullos de goleada. En los bares, las casas y los balcones, se soñaba con que el Barça se llevara el título de manera contundente. Pero Massimiliano Allegri le había ganado el duelo táctico a Luis Enrique y la Juve impuso su juego con dos reglas básicas: presionar arriba para buscar errores, y no dejar ningún solo espacio para Messi, Suárez y Neymar.

La afición azulgrana se fue intranquila al medio tiempo porque los italianos estaban haciendo el mismo partido que le habían hecho al Real Madrid en semifinales. En cualquier momento podía aparecer un gol de Álvaro Morata y darle la vuelta a la historia. ¡Dicho y hecho! El exjugador merengue recogió un rebote de Ter Stegen para poner el empate, todo surgido por un error de la defensa debido a la presión.

Y entonces, la Juve se vio campeón. Nadie en Barcelona disfrutó lo que vino después del gol de Morata; los italianos se fueron hacia arriba para buscar el segundo. Se dieron cuenta que habían asustado al Barça y que el 2-1 no era una locura. Su rival estaba confundido, perdió la precisión y en varias jugadas solo pudo despejar la pelota para cualquier lado lejos de la portería.

En medio de un partido loco dominado por la euforia del gol del empate, a la Juve se le olvidó algo: arriba seguían Messi, Suárez y Neymar. Por algo habían aplicado la estrategia de no darles espacio durante 68 minutos. Lo encontró Leo, que había metido gol en las dos finales de Champions del Barça, y trató de hacer lo mismo contra Buffon. El arquero italiano respondió bien, pero detrás llegaban Rakitic y Suárez completamente solos.

El delantero uruguayo metió el gol del alivio, inmerecido para el Barça, pero que subía el marcador y bajaba a la Juve. Fue de esos golpes psicológicos de los que es casi imposible reponerse. Los italianos lo siguieron intentando pero con mucha más cautela, porque la lección estaba aprendida. Hasta que el partido agonizaba se volcaron de nuevo hacia delante, y Neymar hizo de árbitro y pitó el final con un gol.

La locura se apoderó de Barcelona y las calles se llenaron de gente. Había gritos, celebraciones y mucha policía controlando que ningún ridículo hiciera ridiculeces. Hoy a las nueve de la mañana se entregaron las entradas (gratis) para quienes quieran ir a la celebración al Camp Nou con los tres trofeos. Se agotaron en tres horas, en gran parte porque se va Xavi, una salida inevitable. La que sí se puede evitar es la de Luis Enrique, y ahí estará el público pidiéndole que se quede al hombre que mejoró los números de Pep Guardiola. 

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