Hoy hace siete días mataron al abogado Francisco Palomo. Hoy hace siete días y no hemos escuchado aún una sola explicación de las autoridades: ni de la recién estrenada ministra de gobernación, Eunice Mendizábal, ni de la Fiscal General, Thelma Aldana.
Este asesinato es la primera prueba de fuego para ambas funcionarias, el primer caso donde tendrán que volar sin Cicig, y ojalá ambas den la talla, porque quienes quiera que sean los asesinos de Palomo, deben ser identificados y llevados ante la justicia.
Desafortunadamente, lo que se escucha en la calle sobre la incipiente investigación no es esperanzador. Dicen que no hay videos concluyentes de las cámaras de seguridad. Más vale que eso no sea cierto. Con lo que el país ha gastado en ese circuito de vigilancia –y con lo que sabemos que se puede hacer gracias a él—no hay excusas que valgan. No es creíble que no hay registros, que nadie vió, nadie supo. No estamos en 1998, cuando mataron al obispo Juan Gerardi. Sabemos que puede haber respuestas y las exigimos.
¿Qué pasó con las pruebas balísticas, con el análisis de las últimas comunicaciones de Palomo?
La sociedad exige respuestas y una justicia pronta y cumplida. Sin embargo, pasan los días y el silencio institucional nos llena de dudas, especialmente al revisar las fotografías del día del asesinato y constatar que el manejo de la escena del crimen no fue el más adecuado.
Los responsables de recoger la evidencia de la trágica muerte de uno de los abogados más prominentes del país fueron tres jóvenes que incurrieron en fallas en los protocolos más elementales. ¿Qué se puede esperar del rigor y el cuidado observado en el resto de procedimientos?
Todos los días, la violencia homicida arranca más de 10 vidas en nuestro país, pero sin duda, cuando ocurre un asesinato de una personalidad de alto perfil como el licenciado Palomo, la comunidad se eriza de miedo. Si pueden atacar impunemente a alguien como él, ¡con cuánta facilidad podría acaecerle una desgracia a cualquiera de nosotros!
El abogado Palomo fue un penalista destacado desde su juventud. Llevó infinidad de casos célebres para clientes notables o polémicos. El último fue la defensa del general Efraín Ríos Montt en el juicio por genocidio.
Para los observadores del acontecer político, identificar las posibles causas de este crimen resulta casi imposible. Sabemos que muchos enemigos podían acechar al abogado.
Sin embargo, la enorme complejidad que entraña este crimen no debe ser óbice para que los deudos de Palomo reciban la justicia que merecen y los criminales, todo el peso de la ley. Eso es lo que la sociedad clama y eso es lo que debe obtener. ¡Justicia!





