Superan los 60 años y llegaron desde Europa a Argentina para nadar al pie de un glaciar, la última parada de una aventura que consiste en competir en aguas heladas. "Si es lo último que hago en la vida, me iré con plenitud", afirma Margot Anderson.
Esta veterana nadadora cuenta entre carcajadas que con su amiga Jacqueline Cobell, de 60 años, se divierten entrenando en casa: llenan una bañera de hielo y con un cronómetro hacen pruebas de resistencia bajo los cubitos.

Sumergirse para nadar 500, 1.000 o 1.600 metros en aguas gélidas puede causar hipotermia o incluso síncopes, pero ninguno de estos nadadores renunciaría por esos temores a la sensación que les produce este desafío.
"Es un nuevo deporte extremo, como otros deportes riesgosos pero yo no me veo como una atleta, ¿lo parezco?", afirma Anderson, mientras bromea sobre su figura.
En el norte de Europa miles practican natación a temperaturas bajo cero, y compiten sin traje de neopreno, pero a la Patagonia argentina llegaron solo 54 nadadores 'amateurs' y entre ellos varios adultos de la tercera edad.

Se entrenan sin rutinas estrictas, explicó Natalia Szydlowski, nutricionista argentina que viajó a El Calafate como parte del equipo organizador Unir El Mundo, para realizar una investigación doctoral sobre las condiciones físicas de estos nadadores.
No son atletas ni hacen dietas especiales pero resisten nados de 1.600 metros o más en aguas a 0,3 grados, con una temperatura ambiente de -20 grados.





