Mi fascinación por la política internacional tiene un origen que identifico con nombre y apellido: el conflicto árabe-israelí. Mafalda es, en parte, responsable. En sus viñetas, que leí y releí cientos de veces, la genial argentina hizo referencia en más de una ocasión a lo que ocurría en el Medio Oriente. Así, de viñetas en blanco y negro pasé a los libros, a las películas y a los documentales, intentando entender por qué ese territorio, de apenas unos cientos kilómetros cuadrados, ha mantenido en vilo a la humanidad durante siglos. Y las preguntas, más que las respuestas, siguen ganando la partida.
Esta semana, en la que los israelíes acudieron a las urnas y le dieron una cuarta y dramática victoria a Benjamin Netanyahu (@netanyahu), surge una nueva duda. ¿Cuál será la ruta a seguir si se desea alcanzar, alguna vez, la paz con los palestinos? En sus últimas declaraciones antes de que se abrieran los centros de votación, Netanyahu, consciente de que todas las encuestas hablaban de un empate técnico, fue claro al afirmar que no aceptaría la creación de un Estado Palestino. La seguridad, dijo, es su primera preocupación.

Por tanto, envía de tajo y al congelador la solución propuesta hace ya más de dos décadas en la que dos estados, el israelí y el palestino, coexistieran pacíficamente. La apuesta que apoyan tanto la Unión Europea como Estados Unidos. No es de extrañar que la reacción de la Casa Blanca ante esta nueva victoria de Netanyahu haya sido tibia. Limitada a decir que “reevaluarán cómo se involucrarán con las negociaciones” del proceso de paz. Nada de inmediatas llamadas de felicitación, como ocurre habitualmente con los líderes de los países más cercanos a Washington. John Kerry, el Secretario de Estado, fue quien se puso al teléfono. Apenas unos segundos.
Durante la campaña, Netanyahu apeló al miedo. Miedo a lo que podría significar un Estado Palestino. Miedo a lo que podría implicar un acercamiento de Occidente con Irán país que, según asegura desde hace casi dos décadas, está “a punto” de desarrollar un arma nuclear con el único fin de eliminar a Israel del mapa. En un video de 28 segundos emitido en su página de Facebook el día de las elecciones, el Primer Ministro solicitó que la gente saliera a votar por que los árabes acudían a las urnas “en masa”. De nuevo, el miedo. Y la estrategia funcionó.
Benjamín Netanyahu está en el poder. No sabemos cuándo, ni cómo, ni dónde, habrán de establecerse conversaciones con la Autoridad Nacional Palestina. Ni cómo se reconfigurará la relación entre la Casa Blanca y el gobierno de Israel. ¿Se le dará una oportunidad a la paz, como pedía John Lennon en 1969? ¿En este, el territorio dónde están ubicados sitios trascendentales para tres de las religiones más importantes del planeta? ¿O es que en Tierra Santa mejor no se habla de paz?






