Andrea Guevara Yáñez, de 11 años, es sobreviviente y es considerada como la primera niña en ser identificada con covid-19 grave en el Instituto Nacional de Pediatría de México.
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El 15 de abril de 2020, la pequeña empezó con dolor de rodillas. Al siguiente día despertó y ya no pudo pararse. Tenía fiebre alta, no tenía apetito y ya no le sentía sabor a los alimentos.
Su padre la llevó de inmediato a ver al pediatra, quien en ese momento le detectó el síndrome de Guillain-Barré, el cual hace que el sistema inmune ataque los nervios del cuerpo.
“Nos explicó que el Guillain-Barré comenzaba en tobillos, pantorrillas, inflamación muscular, y provocaba parálisis hasta llegar a la caja toráxica y afectar a los órganos. Con la angustia de esa noticia, salimos disparados al Instituto Nacional de Pediatría, INP”, dijo Alejandro, el padre de Andrea.
En el INP la recibieron bajo ese diagnóstico, pues todos los síntomas señalaban el síndrome.
La prueba salió positiva
A las 7 de la mañana del siguiente día, la jefa del área de urgencias del Instituto se acercó a Alejandro y le dijo: “Señor, si usted cree en alguien supremo es momento de que lo invoque, porque la niña está muy grave. Están a punto de colapsar: riñones, páncreas e hígado”.
A partir de ahí, y luego de hisopar a Andrea para realizarle las pruebas PCR, se descartó el síndrome Guillain-Barré y quedó asentado en su hoja de egreso del hospital: miositis viral aguda e infección por SARS-CoV-2 (coronavirus) en remisión.
En ese momento, evacuaron todo el piso del hospital, aislaron a la pequeña y todos entraron en pánico.
“Fue la paciente número uno con covid en el INP. De hecho, mandaron a los dos turnos completos que recibieron esa noche a Andrea, a su casa en cuarentena, pues lo hicieron sin protocolo covid, ya que tenía diagnosticado un Guillain-Barré”, contó Ingrid, madre de Andrea.
Bajo tratamiento
Andrea estuvo ocho días hospitalizada hasta que los pediatras, con un tratamiento multidisciplinario, lograron que los órganos, sobre todo su riñón, se regulara, solamente con hiperhidratación, pues estuvo latente el riesgo de tener que recibir diálisis.
Cuando la jefa de urgencias le pidió al papá de Andrea que se encomendara a un ser supremo y le informó que su hija estaba muy grave, le advirtió que si no respondía en 12 horas, como límite, le iban a tener que hacer una diálisis, porque el cuerpo de Andrea ya estaba muy contaminado.
Las secuelas y una recuperación lenta
La recuperación de Andrea ha sido paulatina, a cinco meses de que fue dada de alta comenzaron algunas secuelas, como la caída de cabello, entre septiembre y octubre, además, le daba mucho hipo.
“Andrea se empezó a poner muy nerviosa. De plano, cuando la peinaba, tenía que esconder todo el cabello que se me quedaba en la mano, porque era una cosa tremenda lo que se le estaba cayendo”, dijo Ingrid.
A un año sobrevivir al virus, la caída del cabello se detuvo. Andrea recuperó más movilidad, y la única secuela que le queda es que su pierna izquierda tiene menor fuerza.