De "Chuwuilá" (cercado de ortigas) al icónico centro cultural y turístico de hoy, la historia de Chichicastenango es una fascinante mezcla de raíces mayas, dominio k'iché y conquista española.
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Antes de llamarse Chichicastenango, este emblemático municipio de Quiché era conocido por sus antiguos pobladores como Chuwuilá, que en kaqchikel significa "cercado de ortigas", o Swan Tinamit, "pueblo entre barrancos".
Su origen se remonta a la época prehispánica, cuando fue un punto estratégico de los kaqchikeles en sus enfrentamientos con los k'ichés. Según el historiador Jimmy Ren, tras las guerras entre ambos pueblos, los reyes de Gumarcaaj, capital del reino k'iché, se refugiaron en Chuwuilá durante la conquista, quedando el sitio bajo dominio k'iché.

Con la llegada de los españoles, Pedro de Alvarado ingresó junto a soldados tlaxcaltecas y cholultecas, quienes bautizaron el lugar como Tzitzicasteango, por la abundancia de plantas de chichicaste, arbusto urticante. Con el tiempo, el nombre evolucionó a Chichicastenango, término de origen tlaxcalteca y no maya.

Durante la época colonial y los primeros años de la independencia, el municipio desempeñó un papel destacado. El 3 de abril de 1838, pasó a formar parte del efímero Estado de Los Altos, y tras la Reforma Liberal de 1871, el presidente Miguel García Granados creó el departamento de El Quiché, al cual quedó integrado.

Hoy, Chichicastenango es reconocido como uno de los principales centros culturales y turísticos del país. Su identidad se expresa en sus 14 cofradías, que mantienen vivas las tradiciones religiosas, especialmente las dedicadas a San Sebastián Apóstol, San José y Santo Tomás Apóstol.
Feria local
Su feria patronal, en honor a Santo Tomás Apóstol, se celebra del 7 al 23 de diciembre, con días principales el 21 y 22, que reúnen a miles de visitantes nacionales y extranjeros.
Esta festividad, conocida como la Mega Feria de Chichicastenango, es considerada una de las más grandes de América, reflejo del sincretismo entre la fe católica y las raíces mayas que perduran desde los tiempos de Chuwuilá.





