Principales Indicadores Económicos

En un mundo que ya no cree en milagros, la historia de Natalia

  • Por Soy502
02 de octubre de 2014, 20:38
Natalia se ahogó en Likin cuando tenía dos años. Un milagro la trajo de vuelta a la vida. (Foto: Familia Chang)

Natalia se ahogó en Likin cuando tenía dos años. Un milagro la trajo de vuelta a la vida. (Foto: Familia Chang)

En un mundo que carece de fe en los milagros divinos, merece la pena recordar aquellos de los que hemos sido testigos. Me considero fiel creyente y católica practicante. Mis papás son cercanos al Opus Dei, prelatura personal que lejos de ser lo que muestran las películas o las opiniones críticas, ha afianzado la fe y la constante búsqueda y práctica de las virtudes en mi familia.

Ahora, en un mundo donde proliferan las iglesias independientes, donde ya no se cree en los milagros y donde la fe se ha convertido en un espectáculo lucrativo, noto con frecuencia un estado general de incredulidad. 

Los milagros no se compran: son casuales, espontáneos y basta con tener fe para que sucedan.

Aquí Natalia, con sus compañeros residentes en el hospital. (Foto: Natalia Chang).
Aquí Natalia, con sus compañeros residentes en el hospital. (Foto: Natalia Chang).

El pasado 28 de septiembre, mi hermana Natalia, quien hoy tiene 30 años de edad a pocos meses de lograr el título de oftalmóloga, está cumpliendo 28 años de haber vencido a la muerte tras sufrir un accidente en las Suites de Likín. Así mismo, el pasado 27 de septiembre se beatificaría a Monseñor Álvaro del Portillo, el segundo prelado del Opus Dei, quien confirmó la veracidad del milagro de Natalia.

Haber vivido el accidente de Natalia me marcó de por vida. Hoy siento miedo de que mis hijas pasen por una situación similar y no creo tener la entereza que tuvieron mis papás en ese momento. Todas las madres tenemos terror de ver a nuestros hijos agonizar, pero creo aún más difícil el poder aferrarnos a la mano divina.

Comparto con ustedes, el milagro de Natalia.

Natalia Chang, cuando tenía un año. (Foto: Familia Chang)
Natalia Chang, cuando tenía un año. (Foto: Familia Chang)

Por: Willy Chang; mi papá. Guatemala 1986, versión resumida

El día 28 de Septiembre de 1986, llegué con algunos de mis hijos al Turicentro Likín. Viajábamos con el fin de divertirnos, “chapotear” en el agua. Íbamos mi esposa Luky y mis hijos: José, Wendy, Nancy, Natalia de dos años y Sofía de uno; las dos mayores -Lulú y Karina- se habían quedado en casa estudiando y cuidando a Javier, el más pequeño.

Fueron aproximadamente 5 minutos que perdimos de vista a Natalia, los más largos de mi vida. Íbamos de un lado a otro en su búsqueda.

Luky repentinamente me llamó con un grito intenso: “¡Willy – Natalia!”. Ella la había visto flotando entre el agua de la piscina de niños, boca abajo, de modo que hacía el cuadro de un cuerpecito inerte. 

Cuando oí el grito, corrí sin dirección buscando a Natalia. En ese instante era Wendy que la sacaba del agua. Se la pasaba a José, quien la puso en el suelo a la orilla de la piscina e inmediatamente un doctor -Mauricio Siekavizza- que ahí coincidentemente se encontraba, le aplicó primeros auxilios.

En mi alocada búsqueda noté un grupo de gente en el lado opuesto a donde yo estaba, me dirigí ahí, cuando vi a Natalia en el suelo, me pareció muertecita.

La palpé, estaba fría. Sus labios que usualmente eran rosaditos, estaban morados; su piel pálida, pálida. El estómago excesivamente hinchado, se convulsionaba por la aplicación de la respiración artificial.

No sabía qué hacer. De pronto me vi revisando mi vida y me sentí totalmente inútil.

A las atenciones del doctor Siekavizza, Natalia no reaccionaba. Personas ahí presentes me decían que rezáramos. Entre los presentes estaba Tomás Barrios, primo de mi sobrino José Francisco Barrios, Inmediatamente empecé “La oración del Padre” para la causa de beatificación de San José María Escrivá de Balaguer -Fundador del Opus Dei-, pero por las circunstancias no la recordaba, mi mente estaba bloqueada. Normalmente la rezaba con frecuencia, pero me trababa y volvía a empezar de nuevo. Llegó un punto en que mi mente se ponía en blanco y lo único que lograba recordar era: “OH! Dios que concediste a tu siervo José María… para fundar el…”.

La Oración del Padre, que trataba de recordar el papá de Natalia.
La Oración del Padre, que trataba de recordar el papá de Natalia.

Era en este punto donde no podía continuar. Así varias veces. En esos momentos vi a Luky rodearse de mis hijos ahí presentes, con sus brazos extendidos trataba de abrazarlos y los llevaba hacia un lado. Más tarde me contaría que en ningún momento perdió su resignación a pesar de que ella pensó que Dios se la había concedido -a Natalia- y bien podía pedírsela cuando fuera.

Dice José, quien la sacó del agua, que él creyó que ya había muerto; por eso la había puesto tendida a un costado de la piscina, pues su cuerpo estaba totalmente pesado, aguado, flácido; no respiraba y sus ojos estaban desubicados y entre abiertos.

Las personas que se habían acercado a la escena, presintieron un desenlace trágico, pues se retiraban caminando hacia atrás como una onda concéntrica sobre el agua cuando se tira una piedra y las pequeñas olas se retiran. Traté de decir una vez más “ la Oración del Padre”  y por fin la recordé completa y la terminé. Fue entonces, en ese momento sobrenatural, cuando Natalia devolvió una bocanada de agua y flema a través de la nariz y la boca.

Cuando el doctor vio la reacción pidió toallas para cubrirla y continuar luchando por su vida.

José que estaba lejos creyó confirmar lo que pensaba, que había muerto, y que por eso la cubrían, pero no era así, la fe y lucha del doctor y mis peticiones, como las de muchas personas que estarían en ese momento sumándose a las mías, impidieron que nos resignáramos. Suplicamos hasta más no poder.

Mauricio preguntó: “¡¿quién tiene un lancha?! Tenemos que llevar esta niña a un hospital o se nos va!”, a lo que inmediatamente respondí: ”!Yo!”. Fuimos hacia la lancha, y cuando estábamos ahí me di cuenta que no tenía la llave; Luky se ofreció para ir por ella, lo que demoró unos minutos más el proceso.

En ese momento, Mauricio había decidido llevarla al hospital más cercano, finalmente subimos a la lancha, pues para llegar a donde estaba el carro debíamos cruzar el canal, atracar y caminar más o menos cien metros en el parqueo. 

Ya en la lancha trataba de guardar serenidad, pero creo que más bien estaba inconsolable; Luky me decía: “tené confianza; Monseñor -Escrivá de Balaguer- nos va a ayudar”. Mauricio seguía dándole respiración artificial a Natalia, me parecía que ella estaba cada vez más en la otra vida y ya no en ésta; su cabecita colgaba como un péndulo en el regazo de Mauricio que a su vez continuaba con la respiración artificial. Finalmente atracamos, corrimos hacia el carro sin sentir las piedras, pues por la prisa no llevábamos zapatos.

Ya en el carro, Mauricio, hizo otro intento de respiración artificial, la lucha por la vida de Natalia no cesaba, sentía que se nos iba, a estas alturas nuestra desesperación era mayúscula.

Volvía a rezar “la oración del Padre” con mayor fe y justo al mencionar la palabra “Amén”, escuchamos la respuesta: ¡Natalia por fin había gritado!. Fue un grito similar al de un niño cuando apenas sale del vientre de su madre, fue un grito como si Natalia hubiera vuelto a nacer. Mauricio, quien tenía la dicha de cargarla, la abrazaba emocionado diciéndole que era maravilloso que ella llorara, pidiéndole que llorara más.

¡Llorá! ¡Llorá!, decía…

Cuenta Luky que entre toda la escena vio a Mauricio arrodillado dándole gracias a Dios a un costado del vehículo en que nos encontrábamos. En ese momento el dueño del parqueo -Don Neko-, nos ofreció su casa, allí se le dio masaje a Natalia en los pulmones y la frotamos para que entrara en calor y seguía llorando a pesar de que sus ojos no podían coordinar aún la mirada.

Cuando la zozobra había pasado, nos dimos un fuerte abrazo con Mauricio, era haberle ganado la batalla a la muerte, haber desafiado los límites pero tomados de la mano de una forma sobrenatural. Sin duda éste fue un milagro de Dios por la intercesión de Monseñor Escrivá de Balaguer, El Padre -San Josemaría-.

El Dr. Mauricio Siekavizza comentó después: “Es la tercera vez que tengo un caso como éste, lamentablemente los dos anteriores no se lograron”.

Natalia, a la izquierda, alrededor de la época en que ocurrió el accidente. (Foto: Familia Chang)
Natalia, a la izquierda, alrededor de la época en que ocurrió el accidente. (Foto: Familia Chang)

Días después, el 8 de Octubre, Luky ordenaba una gaveta. Natalia observba una “hoja informativa” -aquellas que se imprimían para dar a conocer a San Josemaría en ese entonces-, y en su portada tenía la foto de él:

-Ah!... Qui’stá…ve…! Señalando a Monseñor Escrivá

-¿Tú lo viste?, le preguntó a Luky.

Y sin darle mucha importancia Luky le contestó:

-Yo no, ¿y tú?

-Yo sí. Allá en la’güita-en los términos de Natalia, refiriéndose "al agüita".

-¿Te dijo algo?

-Sí, para’llá, para’llá, dijo, haciendo al mismo tiempo un ademán con la mano varias veces.

Muy sorprendida e interesada, Luky siguió preguntando.

-¿Qué se hizo él?

-Se fue, respuesta que dio con aire de naturalidad y sin importancia para ella.

Días después, en la época de Navidad de ese año, se encontraba sola Natalia en la sala de la casa. Yo estaba cerca en una salita y la oí decir:

-¡Ahí’stá ve!, dijo dirigiéndose a mí, al mismo tiempo que me extendía su manita para que la siguiera.

Me levanté, me acerqué y le pregunté:

-¿Quién está?

Ella respondió:

-El de la barbota y el de la faldota.

¿Cómo así?, le pregunté y me contestó:

-El de la’güita, en la’güita.

Cuando llegamos a la sala dijo, respondiendo con sorpresa como con cierta desolación:

-Se fueron…

Fue entonces cuando acepté que NATALIA VOLVIÓ A NACER.

Natalia tiene ahora su propia familia: un espos y una hija que son el centro de su mundo. (Foto: Nancy Chang).
Natalia tiene ahora su propia familia: un espos y una hija que son el centro de su mundo. (Foto: Nancy Chang).

Obteniendo...
Obteniendo...
Obteniendo...
Obteniendo...
Obteniendo...
Obteniendo...
Obteniendo...
Obteniendo...
Obteniendo...
cerrar