El director del medio digital Confidencial, Carlos Chamorro, dio una entrevista a Soy502 sobre cómo la dictadura de Daniel Ortega ha afectado la política de Nicaragua y el panorama de cara a las elecciones de noviembre.
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Carlos Fernando Chamorro es uno de los periodistas más destacados de Centroamérica. Fundador y director del medio digital Confidencial, ha recibido el premio Ortega y Gasset del diario español El País y el Maria Moors Cabot, de la Universidad de Columbia.
Ahora, por segunda vez, vive en el exilio, pues la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha desatado contra él una persecución feroz. Lo acusan de varios delitos, el gobierno intenta despojarlo de su patrimonio y sus dos hermanos, Cristiana, candidata presidencial, y Pedro Joaquín, otra importante figura de la oposición, están presos.
Hijo del legendario antisomocista Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y de la ex presidenta Violeta Barrios de Chamorro, este periodista es veterano de varias batallas: en los años setenta, combatió a la dictadura de Anastasio Somoza y participó en la llamada "insurrección final" que derrocó a ese régimen.

En su mirada hay dolor pero también serenidad. Es de los que no claudican: pese a los enormes obstáculos, sigue haciendo periodismo y contando la historia de Nicaragua. En esta entrevista con Soy502, denuncia las atrocidades de la dictadura de Daniel Ortega y alerta de los peligros del autoritarismo de todo signo político.
¿Cuántos presos políticos hay en Nicaragua?
Más de 150. De ellos, 37 representan a todo el liderazgo político nacional. La oposición está decapitada.
¿Cuál es la situación de estos presos?
Están aislados en la cárcel. Algunos han podido ver a sus familiares solo una vez en más de 90 días, durante 30 minutos. Eso es tortura. El aislamiento en el que están los presos políticos de Nicaragua es un acto de crueldad. Nicaragua demanda la liberación de los presos políticos y le pide a la comunidad internacional sumarse a ese reclamo. No podemos aceptar la normalización de la violencia. Vivimos bajo un estado policial hace más de tres años.
¿Cuáles son las principales mentiras del régimen de Ortega?
¿La más cruel? La pandemia. Dicen que en Nicaragua solo han muerto 210 personas por la Covid 19. Si eso fuera cierto sería un milagro mundial. Han fallecido más de 10 mil personas de acuerdo a las actas de defunción oficiales.
Durante mucho tiempo se dijo que Nicaragua era un buen lugar para invertir, ¿por qué se dio este espejismo?
La dictadura de Daniel Ortega cogobernó con los grandes empresarios de Centroamérica, de México y Colombia. Estableció un sistema en que los empresarios tenían oportunidad y facilidades para invertir pero a costa de democracia y transparencia. Hubo estabilidad económica, hubo tasas de crecimiento económico y de atracción de inversión extranjera. Ese sistema colapsó cuando la dictadura de Ortega se convirtió en una dictadura sangrienta. Los empresarios se retiraron de esa alianza.
¿Por qué no fructificaron las manifestaciones masivas de 2018?
Las protestas fueron espontáneas. Nadie pudo predecir ese estallido. Lo que las catapultó, su detonante, fue la represión, la brutalidad del régimen. Al mismo tiempo la represión fue tan severa y amplia que terminó aplastando las protestas. Quizá podría decir que cuando más fuerte era la protesta nacional, más ausencia había de la comunidad internacional. Para salir de una dictadura, por la vía pacífica, se necesita un aislamiento internacional, solidaridad internacional y la protesta nacional. No puede ser solo una o la otra. Hoy, vemos mucha condena internacional pero no hay protesta porque en Nicaragua vivimos bajo un estado policial.
¿Por qué la comunidad internacional ha sido tan complaciente con el régimen de Ortega?
Porque había esa imagen de estabilidad. Porque Ortega no trastocó la economía y mantuvo una macroeconomía responsable. Se priorizaron los resultados económicos por encima de la transparencia y por encima de la democracia. Eso cambió cuando la dictadura desató la represión.
¿Qué espera de la comunidad internacional ahora?
Lo más importante es qué va a pasar después del 7 de noviembre. Para ese día están convocadas las elecciones, pero no habrá elecciones: habrá un ritual de votaciones de partido único. No hay competencia política porque los candidatos de la oposición están todos presos y los partidos de la oposición están ilegalizados. ¿Qué va a hacer la comunidad internacional al día siguiente? ¿Le otorgará reconocimiento y legitimidad al régimen de Ortega o lo va a declarar ilegítimo? Esa es la pregunta crucial.
El primer paso es que los gobiernos de Centroamérica, de América Latina, de Estados Unidos y Europa asuman y declaren la ilegitimidad de ese gobierno. Eso debería tener consecuencias económicas en algunas de las fuentes principales de financiamiento del régimen de Ortega, como el gobierno de Taiwan, o el Banco Centroamericano de Integración Económica o el Fondo Monetario Internacional.

¿Qué espera usted el día de las elecciones?
No hay por quién votar en Nicaragua. Habrá una abstención masiva pero quien cuenta los votos decide cuál es el tamaño de esa abstención. El Consejo Supremo Electoral lo controla el régimen y al final de cuentas, ellos son los que van a decidir cuánta gente votó. Va a ser un desafío para los ciudadanos, para la sociedad civil y la prensa documentar lo que pase ese día.
¿Dónde se quebró Nicaragua, cómo se perdió la democracia?
No hay una sola respuesta, es una acumulación de hechos. Son muchas cosas. En el proceso de demolición de las instituciones democráticas fracasaron las elites políticas, fracasaron las elites económicas. Ortega logró imponer, por la cooptación primero y después por la fuerza, el aplastamiento de la resistencia que existe contra él.
¿Cómo evitar que se repita la historia de Nicaragua?
Hay que preservar la fortaleza de la sociedad civil, de la prensa independiente, el derecho a la libertad de expresión, no aceptar la censura y la auto censura. Construir instituciones democráticas que sean un contrapeso frente al autoritarismo. Cada país tiene su propio termómetro para medir el avance de esa enfermedad, el autoritarismo, que puede ser de izquierda o de derecha, pero al fin de cuentas, el autoritarismo se impone cuando logra doblegar o aplastar la resistencia ciudadana.
¿Qué es peor, la dictadura de Somoza o la de Ortega?
La dictadura de Ortega y la de Somoza son igualmente crueles, igualmente corruptas. Posiblemente Ortega tiene un afán más totalitario incluso de llegar a controlar la libertad de consciencia, que es lo único que explica por qué persigue a un escritor como Sergio Ramírez, por qué prohíbe una novela.
La diferencia también es que frente a la dictadura de Somoza, en Nicaragua se luchó con una insurrección armada, una insurrección político militar. Hoy esta es una lucha cívica, pacífica. Es mucho más difícil desplazar del poder a una dictadura represiva por la vía cívica, y sin embargo es el camino que el pueblo de Nicaragua decidió porque la lucha armada engendra caudillos militares, estos Frankenstein que están gobernando Nicaragua. La lucha cívica quizá sea más larga, más compleja, menos épica pero es el único camino en Nicaragua para sembrar reformas que echen raíces en el país.
¿Qué le da esperanza?
Los jóvenes de Nicaragua, la resistencia de los jóvenes, algunos de los que están presos, como Lester Alemán, Max Jerez. Son muchachos que se entregaron a esta lucha precisamente con una determinación de aferrarse a un cambio pacífico, a un cambio político cívico.