El último misil interceptado simboliza el frágil equilibrio político que evitó un conflicto regional de mayor escala.
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En una jornada marcada por la tensión en el norte de Israel, un misil interceptor israelí logró derribar un proyectil iraní que rompía el frágil alto el fuego recién establecido entre ambos países.
Sus restos, esparcidos cerca de una instalación ganadera evidenciaron la eficacia del escudo defensivo israelí que ha contenido cientos de ataques desde el 13 de junio que inició el conflicto.
Aunque Israel se preparaba para una respuesta militar contundente, una llamada del presidente estadounidense Donald Trump al primer ministro Benjamin Netanyahu cambió el rumbo.
Bajo este contexto, Washington presionó a Tel Aviv para frenar cualquier represalia significativa, una decisión que marcó el freno de una posible escalada mayor.
Aunque Israel destruyó una instalación de radar iraní cerca de Teherán como represalia limitada, evitó ataques de gran escala que había amenazado públicamente.
Esta moderación se dio tras duras críticas de Trump a ambas naciones, quien cuestionó su conducta y advirtió contra una nueva ofensiva.
El conflicto, que ha durado 12 días, ha dejado más de 600 muertos y miles de heridos en Irán, junto con 28 fallecidos en Israel.
Durante este período, Israel atacó infraestructura nuclear iraní y altos cargos del programa atómico, mientras Estados Unidos también intervino con bombardeos estratégicos.
La ONU aún investiga los daños en las instalaciones nucleares iraníes.
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