En los primeros meses de 1946 la población de Guatemala vivió un momento aterrador. Cuerpos asesinados de niños aparecían por todas partes. El criminal era un joven de 21 años. Esta es la historia de Miculax.
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Era febrero de 1946 cuando unos vecinos de Mixco se sorprendieron al ver el cadáver de un niño en unos matorrales. Tenía las manos atadas y moretones en el cuello. Poco tiempo después, fue en Antigua Guatemala donde hallaron otro cuerpo en iguales condiciones.
A los días los cadáveres aparecieron también en la Ciudad de Guatemala. Todos tenían las mismas características: eran niños de entre 11 y 15 años, atados de pies y manos y con moretones en el cuello.
Los vecinos temblaban de miedo, los padres encerraron a sus hijos y en el país no se hablaba de otra cosa. Hubo un momento en el que aparecía un cadáver a diario. Nadie podía detener al asesino de niños.

Las pistas que lo delataron
El médico forense, después de examinar los cuerpos de las víctimas, descubrió que todos habían sufrido violencia sexual y después habían sido ahorcados con un lazo o un cincho.
Sabían que el asesino era varón, pero solo eso, no tenían idea ni de su apariencia ni edad. Así pasaron los días, hasta que en el mes de abril una anciana se presentó en la comisaría con información importante: había visto a un hombre correr después de dejar abandonado el cuerpo de un niño cerca de un barranco. La señora dijo que era moreno y que cojeaba al caminar.
Tiempo después, varios niños que lograron escapar de sus garras confirmaron la versión de la anciana: el asesino era cojo
Interviene el presidente
En su despacho, el presidente Juan José Arévalo somató el escritorio con fuerza: "¡Ese tipo no puede ser más listo que nosotros! Lo tenemos que atrapar ya, antes de que siga matando", gritó. Ese día pidieron apoyo a la población, incluso ofrecieron una recompensa para atrapar al asesino más temido del país.
El 26 de abril, la policía pudo atrapar por fin al despiadado violador y asesino de niños. Se llamaba José María Miculax Bux, tenía 21 años y no había actuado solo. Para cometer sus crímenes le ayudó su primo, Mariano Macú.

Pronto lo pusieron frente al juez, para sorpresa de todos Miculax no negó nada. Se sentía orgulloso de sus delitos. Dio detalles de cada crimen e incluso llevó a la policía al sitio donde tenía escondidos otros cadáveres. Miculax asesinó en total a 15 niños entre febrero y abril de 1946.
El juez lo condenó a la pena de muerte. El día de su fusilamiento, en el mes de julio, frente al Cementerio General, se presentaron cientos de personas. Todos querían ver morir al hombre que aterrorizó a Guatemala.
Un trago antes de morir
Frente al paredón de fusilamiento, José María Miculax se bebió un octavo de un solo trago. Después pidió otro y lo lanzó a su boca de inmediato sin quitar la vista de la fila de soldados con sus fusiles en mano: una de esas balas acabaría con su vida.
"Yo solo maté a cuatro, a los otros se los tronó mi primo", gritó. Pero de nada servían sus gritos, su sentencia ya era firme.
Aquel 18 de julio de 1946 el pelotón disparó contra el asesino en serie más temido de la historia de Guatemala.
