En semanas como las recientes es frecuente encontrar puntos de vista encontrados y crispados en todos los ambientes, desde las tribunas públicas hasta los círculos cercanos y redes sociales. El ambiente transcurre desde posturas radicales y moderadas, hasta las infalibles poco informadas o indiferentes. No es para menos. Sucesos y noticias trascendentales han ocurrido, pero todas se encuentran con una sociedad poco acostumbrada al diálogo y al respeto del prójimo.
Qué difícil es para nuestra sociedad encontrar espacios para la esperanza. Que difícil se hace a veces para la juventud seguir creyendo en un mejor futuro y qué fácil se hace encontrar los discursos derrotistas y apocalípticos. Por eso me gustó mucho la columna “Es momento de marcar un cambio” de Alexander Aizenstatd en el Periódico, un testimonio cotidiano pero profundo sobre los pasos a seguir para consolidar una sociedad democrática.
Un profesional joven, una lúcida mente joven, que ya ha asumido el compromiso de compartir y transmitir conocimientos y despertar otras mentes jóvenes (¿o no es eso lo que está llamado a hacer un catedrático?).
Cito parte del texto: “La democracia depende de que todos tengamos algunos objetivos compartidos y la esperanza de estar mejor por medio de un esfuerzo común.” “Sólo porque alguien piense distinto, le vaya a otro equipo deportivo, asista a otro colegio, tenga distinta formación, religión, ideología o color de piel no lo vuelve mi enemigo. Es momento de marcar un cambio.”
“Un paso importante para formar puentes de comunicación es ser consecuentes con nuestros valores y defenderlos siempre. No se puede estar en contra de la discriminación y discriminar. Defender la libertad, pero tolerar que se le limite a otros. Velar por la seguridad propia y ser indiferente a la seguridad de otros. Defender la propiedad, pero no la propiedad de otros. Para tener un diálogo honesto y sincero es esencial defender nuestros valores siempre, y no abandonarlos cuando afectan al otro.”
En definitiva es una columna llena de sabiduría, pero sobre todo es una experiencia contada desde la congruencia de alguien que actuó, que hizo y no que sólo dice. Ese es el camino que debemos imprimirle a nuestra sociedad, el de los valores vividos de manera consecuente, pero sobre todo de predicar desde la acción. Y de verdad que es así como se vive la esperanza, desde la transformación constante de la realidad a nuestros valores.
Queda el reto de encontrar esos espacios de diálogo y de encuentro, tan necesarios para que los sectores de posturas opuestas puedan valorar la diversidad, encontrar el común amor patrio e identificar el sueño compartido de la felicidad, como algo propio del ser humano. Pero no se trata de anhelar que todos juntos corramos hacia el arcoíris y dancemos a la dulce melodía de los pajaritos; sino que podamos verdaderamente comprender que existen prioridades compartidas en esta sociedad, que la diversidad de pensamientos y creencias también son un bastión de las democracias republicanas. Se trata de construir institucionalidad y permitir que los debates y urgencias de esta sociedad puedan ser emprendidos conforme reglas mínimas de convivencia que aseguren que las necesidades individuales mínimas podrán ser garantizadas colectivamente a las grandes mayorías. Se trata en definitiva de construir caminos para la justicia y la dignidad.
Por Goyo Saavedra, Gerente General, TECHO Guatemala





