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Pedro, el joven que se salvó de morir bajo una montaña de basura

  • Por Soy502
18 de mayo de 2014, 16:57
Pedro Macario Huarcas, de 17 años, ruega a Dios y a los bomberos que lo saquen vivo del basurero. (Foto: Wilver Martínez/Nuestro Diario).

Pedro Macario Huarcas, de 17 años, ruega a Dios y a los bomberos que lo saquen vivo del basurero. (Foto: Wilver Martínez/Nuestro Diario).

Buscó trabajo durante meses y lo encontró en un solo lugar: en el basurero de la zona 3.

A los 17 años, Pedro Macario Huarcas se ganaba la vida recogiendo chatarra. El viernes a medio día, cuando él y unos compañeros se encontraban en el patio 8 del vertedero, un camión demasiado cargado volcó sobre el muchacho, aplastándole las piernas, reportó el colega Carlos Molina de Nuestro Diario.

Los bomberos lograron rescatar con vida al adolescente Pedro Macario Huarcas del patio 8 del vertedero, donde casi queda soterrado bajo una avalancha de basura. (Foto: Wilver Martínez/Nuestro Diario).
Los bomberos lograron rescatar con vida al adolescente Pedro Macario Huarcas del patio 8 del vertedero, donde casi queda soterrado bajo una avalancha de basura. (Foto: Wilver Martínez/Nuestro Diario).

Los bomberos lograron rescatar con vida a Huarcas, quien clamaba al cielo para sobrevivir en medio de gritos de dolor.

El caso de este muchacho debería obligarnos a los guatemaltecos a vernos al espejo y considerar la sociedad que hemos construido. Este jovencito, que fue trasladado al Hospital Roosevelt y cuya recuperación es incierta, viajaba todas las madrugadas desde Palín hasta la zona 3 para sumergirse en las montañas de basura, recoger materiales utilizables y ganarse así el sustento.

Los rescatitas en plena faena para sacar de la basura al joven Pedro Macario Huarcas. (Foto: Wilver Martínez/Nuestro Diario).
Los rescatitas en plena faena para sacar de la basura al joven Pedro Macario Huarcas. (Foto: Wilver Martínez/Nuestro Diario).

Supongo que podría haberse unido a cualquier pandilla y dedicarse a extorsionar. Habría sido más fácil. Pero no: decidió hacer el único trabajo que encontró, así esto significara hundirse en toneladas de desperdicios y arriesgar la vida, no sólo por la inmersión en un entorno tóxico, sino por el enorme peligro de morir enterrado en una avalancha de basura.

Huarcas recibía una paga miserable por trabajar doce horas corridas en medio de los deshechos de la ciudad.  ¿Y ahora, qué será de él, de su familia? ¿Lograrán salvarle las piernas en el Hospital Rooservelt? ¿O sobrevivirá para convertirse en otro mendigo que pide dinero en las esquinas en una silla de ruedas o en una plataforma de madera con rueditas?

Hace unas semanas, las redes sociales volvieron famoso a un gato que un idiota lanzó por los aires. Los usuarios condenaron de manera altisonante la agresión contra el minino, el abusador perdió el empleo y una organización protectora de animales se movilizó para encontrar al animalito y brindarle protección. 

¿Habrá alguien que se movilice para ayudar al joven Huarcas después de esta tragedia? ¿O nos importa más un gato que una persona?
Dina Fernández
, columnista

Es una vergüenza para el país que haya personas que no tengan más opción que recoger basura en el vertedero de la ciudad.  Permitimos que vivan de nuestros desperdicios y nos olvidamos de su condición, como la de tantos otros que viven en contextos inhumanos a la par nuestra.

Desde hace años sabemos que la Municipalidad ha prohibido que los menores se acerquen al lugar. Existen esfuerzos invaluables, como el de la organización Camino Seguro, que fue fundada por una norteamericana y se mantiene en gran medida con financiamiento extranjero, que luchan para darle una mejor vida a los niños que se ven obligados a vivir en el entorno del basurero.

Pero ¿por qué siguen sucediendo este tipo de accidentes? ¿Por qué permitimos que haya personas como nosotros, menores como nuestros hijos, que arriesguen su vida ahí?

Después de sacarlo del vertedero de la zona 3, los bomberos trasladaron a Pedro Macario Huarcas al Hospital Roosevelt. (Foto: Wilver Martínez/Nuestro Diario).
Después de sacarlo del vertedero de la zona 3, los bomberos trasladaron a Pedro Macario Huarcas al Hospital Roosevelt. (Foto: Wilver Martínez/Nuestro Diario).

La respuesta es sencilla: no nos importa. Tal vez ni siquiera consideramos a esos guatemaltecos nuestros pares, nuestros iguales, nuestros hermanos. Mientras el problema sea "de ellos" y no nos toque de cerca, ni siquiera les dedicamos un pensamiento, mucho menos un gesto solidario.

Los ignoramos sin darnos cuenta que todos los guatemaltecos somos ese joven Huarcas. Aún quienes tenemos la fortuna de vivir en una burbuja resguardada con talanquera y garita, con acceso a una parcela de cielo azul y una nube de ramas verdes en la ventana, de manera simbólica todos corremos su misma suerte.

Nos ganamos la vida en medio de la corrupción y la podredumbre, en un entorno que nos envuelve, nos asfixia y poco a poco nos enferma, entre montañas de basura que en cualquier momento colapsan y nos sepultan o peor aún, nos paralizan de por vida.

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