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La Navidad del Grinch

  • Por Soy502
23 de diciembre de 2013, 07:59
#Navidad
Hay tres razones principales que explican la popularidad del Grinch en esta época. (Foto: fanpop.com)

Hay tres razones principales que explican la popularidad del Grinch en esta época. (Foto: fanpop.com)

Todos tenemos uno: en el entorno cercano o dentro de nosotros mismos. Hablo del Grinch, ese personaje verde con gorro de Santa que pese a odiar la Navidad, protagonizó una de las películas de la temporada más taquilleras de la historia del cine.

Como esta Navidad me siento un poco tentada a fruncir el seño y salir a la calle pintada de verde, quiero compartir con ustedes tres razones que explican la popularidad del Grinch en esta época.

Tres cosas animan a los Grinchs: el imperativo de celebrar, la codicia comercial y ese exceso bucólico que hace más evidentes nuestras carencias.
Dina Fernández
, columnista

En primer lugar, nos cae mal que nos obliguen a cualquier cosa, ¡hasta a hacer fiesta!, y la Navidad es una celebración marcada en el calendario, sin escapatoria, donde se supone que todos debemos sentirnos felices, exultantes y solidarios.

La segunda fuente de Grinchs es la codicia de la sociedad, exacerbada en estas semanas, convertidas a puro mecate en oportunidad de lucro o chantaje. Y la tercera es que por las dos razones anteriores, esta época tiende a resaltar lo que nos hace falta.

Ni siquiera el Grinch consiguió gruñir eternamente en contra de la Navidad. (Foto: fanpop.com)
Ni siquiera el Grinch consiguió gruñir eternamente en contra de la Navidad. (Foto: fanpop.com)

De lo primero lo único que puedo decir es que cualquier verbo conjugado en imperativo se vuelve cargante, así sea ¡sonría! y ¡diviértase! y así se lo digan a uno con un vaso de egg nog y un plato de galletitas en forma de abeto.

El divino modo de esas entusiastas personas que se toman a pecho el asunto de difundir el espíritu navideño y andan con broches de pascuas desde noviembre cae más pesado cuando los comerciantes se han esmerado en colocar góndolas con renos, duendes y Santa Closes desde septiembre.

Lejos de agradecer ese recordatorio tan anticipado, yo lo tiendo a percibir como “bullying” comercial. Siento que me quieren meter en la garganta las bombas de colores y los bastones de menta.

La tercera razón es la más poderosa.  En medio de ese bucólico exceso navideño, se hacen más evidentes nuestras carencias.  Ya sea que nos falte el dinero y no podamos someternos al desmadre financiero, o que extrañemos a alguien (y ahí sí, las gotas de amargo de angostura se convierten en cianuro).

No hay nada perfecto en este mundo: ni las familias ni las parejas ni las Navidades.
Dina Fernández
, columnista

Quienes hemos perdido a un ser amado en estas fechas sabemos cómo se siente esperar la medianoche en silencio. Nos ha pasado a muchos y la tristeza no se desvanece por mandato después del primer año o del segundo. A veces, incluso después de mucho tiempo, el dolor nos aguijonea como un piquetazo incómodo para recordarnos que aunque ya estemos bien, las cosas nunca volverán a ser como fueron.

A mí, por ventura, no me falta nadie más este año, y aún así me siento un poco Grinch.  Quizá porque lo que me faltó fue tiempo, que es un poco más de mi propia vida. Podría hacer la lista de lo que no pude hacer antes de la Noche Buena, pero mucho me temo que si detallo todo lo que se supone debería haber terminado para cumplir (¿con quién?) y tener una “feliz Navidad”, voy a desatar la furia de los Grinchs de pura sepa.

Me consuela pensar que no hay nada perfecto en este mundo: ni las familias ni las parejas ni las Navidades. ¡Ni siquiera las champurradas, que a veces traen granos enteros de sal!

De ahí que mi mensaje a los Grinchs, los inveterados y los ocasionales, es abrazar las circunstancias con la certeza de que los absolutos escasean, si acaso existen, que los matices ofrecen refugio, que todo pasa, hasta nosotros mismos, y que llegará el momento en que los recuerdos de las Navidades más felices acudan a nosotros como luciérnagas.

Al fin de cuentas, puede que el Grinch nos robe una Navidad, pero no todas.

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