Una tragedia sucedió gracias a las pasiones que exceden lo normal: un aficionado crema muerto por aficionados rojos.
La religión del fútbol. Un dios falso se erige con la máscara de que el deporte es sano y bueno.
Acá, simplemente una excusa más para ejercer el salvajismo. No es deporte cuando la mayoría de sus practicantes profesionales no llegan a ser atletas. Un público que venera la rivalidad y mala calidad de la liga.
Nos maravillamos del fútbol de España, Holanda, Brasil, pero somos incapaces de exigir calidad en el espectáculo.
El estadio es una excusa para maltratar, perder la cordura, enajenarse mentalmente. Quien porta una camisola del equipo rival se vuelve un enemigo, y sí, a muerte.
El estadio es el coliseo, para los espectadores. Dejó de ser la alegoría de la batalla campal sin sangre, para convertirse en una guerra declarada entre hermanos.
Este año los incidentes no han sido aislados, sino cada vez más frecuentes y fuera de los estadios.
Está bien que sea un juego de pasiones, mas éstas no pueden ser salvajes y gorilescas.
Chamusqueros y mediocres sacan lo peor de nuestra naturaleza. El partido de fútbol se transforma en la última cruzada por un falso dios.





