La leyenda del Xocomil narra amor, tragedia y el origen del lago de Atitlán, donde el viento vespertino aún agita sus aguas.
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En las orillas del majestuoso lago de Atitlán, en Sololá, circula una leyenda que mezcla amor, tragedia y el origen mismo del cuerpo de agua. Es el relato del Xocomil, un viento fuerte que cada tarde agita la superficie serena del lago.
La tradición oral cuenta que antes de existir el lago, tres ríos convergían en la región conocida como Los Tres Gigantes, custodiada por los volcanes Atitlán, Tolimán y San Pedro.

Allí solía bañarse al amanecer Citlatzin, cuyo nombre en kaqchikel significa Estrellita, cautivando con su dulce canto. Su voz y la corriente despertaron el amor de los tres ríos, pero ella comprometida con otro noble, halló en secreto la pasión con un plebeyo llamado Tzilmiztli.
Cuando los ríos descubrieron la relación gracias al viento, los celos los llevaron a provocar la muerte del joven. Citlatzin, desesperada, se arrojó al agua para unirse a él. Enfurecidos, los ríos desataron corrientes que inundaron la región y dieron origen al lago. Desde entonces, el Xocomil sopla cada tarde como un lamento eterno por los amantes.

Origen
El nombre Xocomil proviene del kaqchikel: xocom, de jocom ("recoger"), e il ("pecados"), interpretado como el viento que "recoge los pecados" de las comunidades ribereñas.
Más allá de la leyenda, el Xocomil es un fenómeno natural: se forma a media tarde cuando los vientos cálidos del sur chocan con corrientes frías del altiplano, generando remolinos que agitan las aguas y complican la navegación.

Por ello, los pobladores advierten a los viajeros evitar las lanchas después de esa hora, ya que este viento ha causado accidentes, algunos con desenlace fatal.




