La caza ilegal y la pérdida de hábitat natural amenazan la supervivencia del manatí en el lago de Izabal.
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La caza ilegal para aprovechar su carne y la pérdida de su hábitat natural inciden en que la población del manatí se reduzca a niveles críticos en el lago de Izabal.
A esto se agregan las heridas sufridas a causa de las hélices de los motores de las lanchas, las cuales se infectan y acortan su tiempo de vida.

El mamífero acuático, antaño abundante en aguas del Caribe guatemalteco, apenas se observa en los cuatro lugares de avistamiento identificados por ambientalistas.
Se tratan de los refugios de vida silvestre Bocas del Polochic y Punta de Manabique, junto al área del río Sarstún (en el límite con Belice) y el Parque Nacional Río Dulce.

Estimaciones actuales cifran la cantidad de manatíes entre 50 y 60 ejemplares en libertad, cuando 20 años atrás se tenía registro de 150.
Junto a las amenazas causadas por la actividad del ser humano, se une lo prolongado de su período de gestación.
La mayoría de las hembras solo se aparea cada dos años, durando el embarazo de 11 a 12 meses, lo que dificulta la conservación de la especie.

Pese a la situación, el mejor período para observar a los manatíes en Izabal es entre noviembre y abril, período en que se reproducen.
Si las aguas no están agitadas, es posible verlos a flote en la superficie, a donde se asoman cada 20 minutos aproximadamente para respirar.




