La leyenda de La Llorona contada desde Petén y qué pasa si escuchas el lamento tres veces
LEE TAMBIÉN: El día que la Virgen del Rosario tomó forma humana para proteger a su pueblo
El profesor Víctor Rafael Romero Bregues es un personaje conocido en el municipio petenero por narrar leyendas, y esto contó acerca de la Llorona.
Don Miguel Ángel Lemus tenía una casa de dos pisos cerca de lo que hoy es la línea de adyacencia, donde decidió poner una tienda abastecida con productos beliceños.
Para llegar a su negocio, las personas debían pasar por un camino lleno de vegetación y cerca de un arroyo.

Un día, finalizando su jornada, en el río había unos jóvenes divirtiéndose, por lo que él salió a gritarles que ya era hora de irse, pero debido al ruido no escucharon.
Más tarde supo que les tocó caminar solos. Repentinamente, sintieron un frío extraño y las piernas pesadas, al mismo tiempo que escuchaban el lamento "¿dónde están mis hijos?", de la Llorona.

Asustados, llegaron a la casa de doña Florita Casanova, donde se quedaron a dormir. Se cuenta que aquellos muchachos tuvieron fiebre por muchos días debido al susto.
Cerca del agua
Si bien la imaginería reciente de la Llorona la presenta vestida de blanco, las versiones tradicionales de la leyenda la retratan con otro aspecto.
"(Es una) mujer vestida de negro que va gritando con desesperación en las pilas, los ríos y en los lugares donde hay agua", escribió el investigador Celso Lara Figueroa.

La Llorona ronda las fuentes en busca perpetua del hijo que ahogó para escapar con otro hombre, o para encubrir el fruto de una infidelidad, según las variantes.
Cada vez que grita, añadió Lara, lo hace por tres veces consecutivas: "Su lamento es largo y agudo. Las personas que lo escuchan sienten el frío de lo desconocido en la sangre".

De acuerdo con la tradición, si el tercer grito sorprende a la persona que lo escucha en el mismo lugar, la Llorona "se lo gana". Es decir, le arrebata la vida.
"Por experiencia personal", afirmó Lara en su libro Leyendas y casos de la tradición oral de la ciudad de Guatemala, "el autor puede afirmar que su grito escuchado en la oscuridad de la noche es capaz de congelar el alma en el pecho. Es un grito espantosamente lúgubre y de una angustia sobrenatural".




