Conoce el relato de cómo la Virgen supuestamente disuadió al presidente Rafael Carrera durante la crisis del Estado de Los Altos.
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En la convulsa Guatemala de mediados del siglo XIX, el país vivía un panorama social y político marcado por la pugna entre las élites liberales de Quetzaltenango y los conservadores de la capital.
La tensión alcanzó su punto máximo con la creación del Estado de Los Altos, episodio en el que el presidente Rafael Carrera jugó un papel protagónico.
En torno a esa época se tejen varias leyendas sobre la Virgen del Rosario, patrona y protectora de Quetzaltenango.

Algunas se han transmitido de forma oral y otras han quedado plasmadas en libros, como la novela Don Rufino, del guatemalteco Luis García A., en cuyo capítulo "En Xelajú" se relata el encuentro entre Carrera y una misteriosa dama.
Según el texto, coincidente con los relatos recopilados por Mayra Cobár, de la Asociación de la Virgen del Rosario, cuando las tropas de Carrera se acercaban a la ciudad, las mujeres afligidas corrieron al templo para rogar a la Virgen que protegiera a sus esposos, hijos y hermanos.
Fue entonces cuando, en medio de un bosque, el caudillo fue detenido por una bella mujer que lo cautivó y entabló con él un diálogo decisivo.

El relato asegura que la dama le pidió a Carrera que no repitiera las atrocidades cometidas años atrás y le anunció que volverían a encontrarse en la iglesia del Espíritu Santo, hoy Catedral Metropolitana de Los Altos de Quetzaltenango.
Ya en la ciudad, durante el solemne Te Deum al que asistieron notables y corporaciones, Carrera ingresó al templo con su séquito. De pronto, la reconoció: la mujer de sus visiones estaba allí, pero no era otra que la Virgen del Rosario.
La narración concluye que, en ese instante, "el odio feroz desapareció, la cita se había cumplido; allí estaba ella esperando". Así se consolidó la creencia de que la Virgen tomó forma humana para proteger a su pueblo.
Aunque Cóbar aclara que no existen evidencias históricas de esta aparición, resalta que la fe y la devoción han mantenido vivo el relato y que, generación tras generación, los quetzaltecos han creído en la protección de su patrona ante catástrofes y adversidades.





