No me importa si le caigo bien. No importa si no le parece mi opinión sobre los gays. No importa si no le gusta como crío a mis hijos. No importa si no le gusta mi estilo de vida.
Esas deben ser verdades en las relaciones profesionales... Hasta cierto punto.
El ser humano vive en sociedad, no aislado. Si bien cada cual escoge su estilo de vida, la forma en que cría a sus hijos y esas cosas "privadas", esas elecciones sí tienen alguna trascendencia en la vida "pública".
Sus hijos van a convivir con otros en el colegio. Con las maestras. Deberán seguir instrucciones, mantener el orden, estarse callados, estarse sentados... Si no logran una convivencia pacífica, verdaderamente a nadie le importará cómo los quiere criar, simplemente nadie querrá que esos niños estén cerca de los propios o en el mismo centro educativo.
Su estilo de vida, si bien es su estilo de vida, tiene la importancia de poder ser incompatible con ciertos lugares o puestos de trabajo. Esto por la naturaleza misma de los bienes o servicios que allí se ofrecen. Es así, por ejemplo, que un centro de consejería matrimonial, no puede tener personas "swinger" trabajando allí. Sería incongruente. Un lugar, como aquél que dice que le encanta vernos sonreír, no puede tener personas "cara de limón" en sus puntos de venta.
Podemos encontrar más ejemplos para ilustrar el punto.
Sus temas privados, de escogencia, siempre serán privados. Verdaderamente a nadie le importa lo que usted haga en su dormitorio, aunque siempre podrá ser una elección que tenga repercusiones en lo que hace.
Una profesión que requiere valores como la honestidad, la lealtad y el compromiso, difícilmente aceptará de buena manera a una persona que sea mentirosa, infiel, dejada e irresponsable. Aunque eso sea en su vida "privada".
Para eso de los valores, no hay vida pública o privada... Hay vida.
