Quiriguá, en Izabal, es un sitio arqueológico único con estelas monumentales y zoomorfos que muestran el esplendor del mundo maya.
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Quiriguá, ubicada en Los Amates, Izabal, se distingue por su riqueza escultórica: imponentes estelas y zoomorfos labrados que narran la grandeza del mundo maya. El sitio fue habitado desde el siglo II d. C., alcanzando su apogeo entre los siglos VIII y IX durante el período Clásico Tardío.
De acuerdo con el Ministerio de Cultura y Deportes, durante gran parte del Clásico Tardío (600-900 d. C.), Quiriguá estuvo bajo el dominio de Copán.

Sin embargo, su historia cambió radicalmente en el año 738, cuando el gobernante K'ak' Tiliw Chan Yopaat, conocido como Cielo Cauac, capturó y decapitó al rey de Copán, Waxaklajun Ub'ah K'awil (18 Conejo). Este hecho marcó la independencia de Quiriguá y el inicio de su época de mayor esplendor.
Tras esta victoria, la ciudad se consolidó como un importante centro político y ritual. Para reafirmar su autoridad, sus gobernantes ordenaron levantar las estelas más altas del mundo maya, algunas de más de 10 metros de altura. Entre ellas destacan la B, C, E y F, célebres por la riqueza de sus glifos y la precisión en la representación de sus gobernantes.

Esculturas zoomorfas
Además de las estelas, Quiriguá sobresale por sus esculturas zoomorfas, también llamadas altares, talladas con gran maestría para combinar formas de jaguares, cocodrilos o tortugas con símbolos que evocan relatos mitológicos.
Una de las más notables es la Zoomorfa P, considerada una de las últimas esculturas del sitio, que fusiona elementos de reptiles y felinos en una figura fantástica.
Más que expresiones artísticas, estas obras cumplían funciones rituales y astronómicas, reforzando el vínculo de la ciudad con lo sagrado y el cosmos.

Patrimonio de la Humanidad
En 1981, la UNESCO declaró a Quiriguá Patrimonio Cultural de la Humanidad, en reconocimiento a su excepcional valor histórico y artístico. El sitio no solo exhibe la creatividad y destreza técnica de los mayas, sino que también revela la complejidad política y social del período Clásico.
Actualmente, recorrer Quiriguá significa caminar entre gigantes de piedra y adentrarse en un pasado glorioso, donde cada inscripción y cada figura transmiten la voz de una civilización que aún asombra al mundo.





