La realidad de dolor y muerte mostrada de los menores migrantes centroamericanos en Estados Unidos ha destapado en nuestro medio un clamor indignado que alcanza aristas peculiares. Y digo peculiares por lo contradictorias, sino hipócritas o cínicas que resultan en ocasiones.
Es contradictorio que se señale, cuestione o ironice la necesidad de un connacional, de la edad que sea, a migrar al Norte cuando el destino manifiesto que nuestra sociedad le otorga a sus jóvenes no sólo es desalentador, esclavizante y mortal sino que además debería ser delito que en un país de abundancia su niñez crezca en miseria y más de la mitad de su población este condenada a la pobreza.

Es por eso que al escuchar a nacionales criticar la “imprudencia” de una madre al enviar fatídicamente a su hijo a Estados Unidos para ayudarla con sus gastos médicos o cuando escucho quienes critican a los padres que hacen el infernal trayecto junto a sus hijos, no puedo más que pensar: “dicen lo que dicen, porque son quienes son”, y obviamente son ajenos a la realidad de fondo que obliga a miles de connacionales, hombres, mujeres y niños a migrar por mejores oportunidades. Es cinismo cuestionar la lucha obcecada por mejores oportunidades que pueda demostrar un ser humano, porque es justo lo que todo ser humano en sus sentidos plenos hace, ha hecho y hará por el resto de la existencia de nuestra especie.
El anhelo migrante es un deseo interior que refleja la lucha por la dignidad. Por el privilegio de respirar un aire distinto a la desesperanza, miles en la historia han luchado y muerto. Me atrevo a decir, esperando que algún día la ciencia me respalde con evidencias, que todo ser humano vivo tiene un antepasado migrante. Es en base a esa afirmación que puedo decir que las críticas a quienes migran son contradictorias. Soy descendiente de migrantes y sé, aunque no conozco sus historias, que migraron para tener ellos y sus familias un mejor futuro.

Es triste ver la campaña “¡Quédate!” impulsada por la Primera Dama, y escucharla decir que entiende que el problema debe ser atacado de raíz o que mientras siga habiendo pobreza y falta de oportunidades no se puede detener la migración. Es triste ver la campaña y escucharla decir eso porque quiere decir: “sé que tienes cáncer, yo sólo soy enfermera, aquí no hay médicos ni hospitales, pero te dejo una aspirina vencida y espero que pronto te sientas mejor”. Aberrantemente triste.
Pero triste también resulta que muchos de aquellos que finalmente no mostraron contradicción o insensibilidad dejaron que la indignación se quedará en un activismo virtual, vía FB o Twitter como ocurre con frecuencia. No digo que esté mal el activismo y la conmoción en redes, sólo creo que la acción más importante de ese tipo de indignación empieza cuando sale del mundo virtual para mover nuestra sangre roja y fresca a una acción transformadora. ¿Cómo? Pues puede empezar por conversar y discutir con nuestros amigos cercanos, por ir generando consenso en datos y causas, por discutir situaciones y noticias, qué se yo por hablar con alguien al respecto.
Esperemos que en un tiempo no muy lejano la Humanidad pueda alcanzar, a partir de muchas pequeñas acciones hechas por pequeñas personas, un mundo de dignidad y justicia donde no vivan seres humanos que permitan realidades tan indignantes como las que han vivido los migrantes centroamericanos en su camino al Norte.
Goyo Saavedra
Gerente General, TECHO Guatemala





