Obras como Carazamba y Guayacán, que reflejan su profundo conocimiento de la geografía, demuestran por qué el legado de Rodríguez Macal continúa siendo fundamental para la literatura guatemalteca
LEE TAMBIÉN: En un pueblo de la costa: nostalgia literaria de Guatemala
El nombre "Virgilio Rodríguez Macal" es portado por una de las principales calzadas de Santa Elena y también por una escuela oficial urbana mixta situada en el municipio de El Estor, Izabal.
La vía y el centro educativo evocan el recuerdo del escritor nacido en Ciudad de Guatemala en 1916, fallecido en 1964, quien ambientó sus principales novelas y libros de cuentos en las selvas que poblaron ambos departamentos.
El narrador capitalino Byron Quiñónez se cuenta entre sus lectores más devotos, por lo que compartió sus recuerdos acerca de la obra de Rodríguez Macal.
Su primer encuentro, relató, ocurrió en cuarto grado primaria, cuando lo pusieron a leer una antología de autores guatemaltecos, titulada Lecturas básicas.

"Lo que me interesó fue esa magia de transportarnos instantáneamente a la selva, cómo nuestra imaginación vuela hasta la copa de los árboles y luego baja al nivel del suelo para asomarnos a la vida de los animales", compartió.
Y no solo se imagina el escenario, pues también se escucha: "el zumbido de las chicharras, el canto de las aves, los pasos presurosos de un venado sobre las hojas secas y el aleteo del águila arpía".
Cuando leyó las novelas Carazamba y Guayacán, Quiñónez se sintió transportado a los escenarios descritos por Rodríguez Macal.

"En Carazamba, los escenarios de Izabal me los imaginaba calurosos, no muy abiertos, con casas de techo de palma y mesas de madera, como el bar que se menciona al principio de la novela", explicó.
En cuanto a los paisajes peteneros de Guayacán, los visualizó tan extensos que se perdían en el horizonte, como un mar de árboles.
Imágenes
Al repasar los episodios de Carazamba, Quiñónez evocó el tercer acto del libro, escenificado en el arroyo Santa Mónica "y cuando, por fin, ante una tumba, se revela el verdadero nombre de la protagonista".
Pasando a la novela Jinayá, que transcurre entre Alta Verapaz e Izabal, señaló que es imposible pensar en este libro sin recordar la mortal estampida de las dantas.

"Creo que la primera escena de (la película) Apocalypto, en la que cazan una danta, se acerca mucho a la sensación que transmite esa escena", manifestó.
Por último, al repasar la novela Guayacán, Quiñónez señaló que no se olvida la crecida del Santa Amelia, que arrastró toda la madera cortada por los hombres dirigidos por Valentín Ochaeta, el personaje principal, y los protagonistas deben dedicarse a la cacería de lagartos para saldar sus deudas.
No pueden faltar las recomendaciones: si el lector es menor de edad, "La mansión del pájaro serpiente es un buen punto de partida. Si es mayor, Carazamba y Guayacán".
Acerca de Rodríguez Macal
Fue hijo del diplomático y escritor Virgilio Rodríguez Beteta. Durante su juventud vivió en Santiago de Chile, donde la editorial Zig Zag publicó la primera edición de La mansión del pájaro serpiente.

Su obra refleja pleno conocimiento de la geografía, los animales silvestres y los seres humanos de Petén, Izabal, Alta Verapaz, e incluso Belice, los cuales visitó con asiduidad
El lector puede acercarse a los paisajes atravesados por los ríos Polochic, Sarstún y La Pasión, junto a los arroyos Santa Amelia y Santa Mónica.
El novelista guatemalteco es uno de los autores más leídos del país, siendo su obra parte fundamental del ciclo de educación básica. Textos como Carazamba y La mansión del pájaro serpiente son un primer acercamiento a la literatura nacional para muchos estudiantes, según ha destacado Soy502.
Rodríguez Macal es considerado una figura central de la literatura criolla por su estilo melodioso y descriptivo.




