Descubre la tradición única de "Una candelita para las ánimas benditas" en Salcajá, en donde las calles iluminadas con ayotes y velas honran a los difuntos el 1 de noviembre
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En la víspera del Día de Todos los Santos, las calles del municipio de Salcajá se llenan de luces titilantes y voces que repiten una frase que ha perdurado por generaciones: "Una candelita para las ánimas benditas".
Con esas palabras, niños y adultos recorren casas y comercios para recolectar velas que, al caer la noche, serán llevadas al cementerio en honor a quienes partieron.
"Esta tradición que nuestros padres nos enseñaron es nuestro deber inculcarla a las nuevas generaciones", explica Fredy Calderón, uno de los vecinos que año con año participa en la actividad. Según comenta, esta costumbre es única de la tierra del caldo de frutas, una práctica que combina fe, memoria y comunidad.

Durante el 1 de noviembre, el ambiente del municipio se transforma. Los vecinos tallan ayotes, calabazas o chilacayotes, dándoles forma de rostros que evocan a seres queridos fallecidos.
En su interior colocan una vela encendida, símbolo de luz y guía para las almas que, según la creencia popular, regresan del más allá para convivir con los vivos desde el mediodía del 1 hasta el mediodía del 2 de noviembre.

Las calles se iluminan con decenas de "calaveritas" resplandecientes que acompañan el paso de familias y visitantes.
Entre oraciones, cantos y el aroma del incienso, la comunidad revive una herencia espiritual que fortalece el vínculo entre generaciones.

Con velas encendidas y corazones agradecidos, los vecinos mantienen viva una de las expresiones más genuinas de identidad local: una tradición que, más allá de lo simbólico, reafirma el amor eterno hacia quienes ya no están, pero siguen presentes en la memoria colectiva.

Esta es una de las tradiciones más emblemáticas de la localidad en esta temporada, la cual atrae a turistas y visitantes, quienes quedan admirados por la devoción que mantienen los pobladores de la Tierra del caldo de Frutas.




