La vida de malabaristas, payasos, contorsionistas, magos y niños que crecieron entre carpas, ha venido cambiando en los últimos 20 años, la temporalidad a la crisis de este negocio del entretenimiento.
Así lo describen los artistas del Circo Navarro inaugurado en 1886. Por estos días instalaron su carpa entre los limites de los municipios de Villa Nueva y Petapa. Ellos han tratado de reinventarse para entusiasmar a su público. Luchan por sobrevivir. Su show ahora consta de trucos en moto, malabares y payasos.
Desde hace un año sus leones dejaron de ser parte del espectáculo que presentaban. Son cinco, dos hembras y tres machos. Los únicos animales que les quedan.
Recién el personal del zoológico La Aurora llegó para evaluar a uno de los felinos, lo donarán. Uno, porque no están en capacidad de recibir a los demás. "¿Qué vamos a hacer con los otros cuatro?" se pregunta Daniel Monterroso, vocero del circo. Para alimentarlos necesitan 25 libras de carne cada día.
Se han resignado a donarlos, aunque no quieren que los duerman cómo han escuchado, y tampoco que los traten mal, ellos aseguran que cuando se los lleven a otro lugar no los perderán de vista para asegurarse que los traten bien.
Otra forma de hacer reír
Esto los ha llevado a reinventarse, sin animales para entretener pensaron en un nuevo espectáculo para acomodarse a los cambios. Alrededor de 20 personas actúan en una función que repiten hasta seis veces los fines de semana. Entre semana solo una presentación que en ocasiones suspenden por falta de público.
No claudican, prefieren luchar y morir en el intento, su última invención es un Transformer, el "bueno" de la película, Bumblebee que cierra un espectáculo que dura dos horas y media, y que ilusiona a chicos y grandes.
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