Un terremoto que dejó todo en escombros, el amor a una madre que falleció y el talento destacado de un artista guatemalteco, dieron vida a una melodía armoniosa y nostálgica en marimba.
TE PUEDE INTERESAR: Las 25 canciones favoritas de los guatemaltecos en marimba
En 1902, Quetzaltenango era esa ciudad de ensueño donde la luna esplendorosa iluminaba el cielo por las noches y la marimba no podía faltar en cualquier evento importante. En esas tierras, 18 años atrás, había nacido Mariano Valverde (20 de noviembre de 1884), quien para ese entonces ya era un joven músico muy reconocido, quien destacaba por su agilidad para leer partituras y para interpretar la marimba.
La vida era un sueño para Valverde, pero el 18 de abril de ese año la tierra se sacudió de manera brusca. Ese era el Día de San Perfecto de Córdova, por lo que el terremoto que azotó Guatemala en esa fecha fue llamado el Terremoto de San Perfecto. El epicentro se registró en la bocacosta de Quetzaltenango, por lo que Xelajú fue una de las ciudades más afectadas. Muchas casas cayeron en escombros, incluyendo la vivienda donde se resguardaba doña Sofía Ortega, mamá del músico y compositor.

El sismo comenzó a las 20:53 horas y se extendió por casi dos minutos, tiempo suficiente para cambiar la vida de Valverde para siempre. En medio del caos y la devastación, perdió lo más preciado: a su madre.
Tristeza e inspiración
Aquel momento lo sumió en una tristeza profunda, una herida que marcó su alma. Sin embargo, con el tiempo, ese dolor se convirtió en inspiración. Mientras realizaba giras en Guatemala y Estados Unidos con la marimba Hermanos Hurtado, de la cual formó parte, escribió la partitura de Noche de luna entre ruinas, la canción con la que rendiría homenaje a su madre y recordaba así la fatídica noche del 18 de abril de 1902.

La melodía se hizo muy popular, pues también representó el dolor de miles de guatemaltecos, especialmente quetzaltecos, que lo habían perdido todo tras el Terremoto de San Perfecto. Mariano Valverde siguió escribiendo canciones en las que dejó plasmado el dolor por la pérdida de su madre. Ondas azules, Último Amor, Reír llorando y Horas grises forman parte del repertorio del cual fue autor, hasta su muerte el 27 de diciembre de 1956.