El ser humano es un ser complejo que quiere por un lado libertad de hacer y por el otro certeza del futuro. Quiere ser importante para otros y amar. Quiere lograr sus sueños, pero le huye a la incertidumbre.
Claro que hay grados de aversión al riesgo, siempre estamos entre los polos de la certeza y la expectativa. El salto al vacío que implica tomar una decisión. La que sea.
Es el precio de la libertad. Con el caso de los terroristas que mataron al grupo de personas que laboraban en la revista Charlie Hebdo, se despierta un debate interesante de seguir e interesante de analizar.
Muchos cristianos de cualquier denominación han expresado que las caricaturas de la revista verdaderamente eran ofensivas y que había que ponerle un límite a la libertad de expresión.
Si vamos a la libertad como valor, debemos hablar de la responsabilidad como el precio de ella. La libertad es la posibilidad de tomar una decisión. Eso conlleva responsabilidad. Responsabilidad es hacerse cargo de las consecuencias de esa decisión.
Ahora, en los escenarios de censura previa, permisos para hacer o licencias, se anula la libertad. Se anula la responsabilidad. Allí no hay decisión. Allí la responsabilidad es de quien censura o autoriza.
El que obedece no ejerce libertad. El que cumple un reglamento para lograr una licencia, digamos una licencia de construcción, deja de tener responsabilidad por aquello autorizado. Esa responsabilidad se traslada a quien autoriza. Si la decisión no es en un ambiente libre, no hay libertad y por tanto, no hay responsabilidad de la decisión.
Muchos abogan, por tanto, a la restricción de las libertades. Una libertad restringida deja de ser un valor. Deja de ser lo que es. Deja de ser libertad. Se elimina el costo moral de su ejercicio. Toda virtud tiene un costo. Si le quito el costo y lo traslado a un simple cumplimiento legal de requisitos o permisos, deja de ser una virtud y nos convertimos es animales de corral. Perdemos la esencia de ser humanos.
