El estadio Cementos Progreso se tiñó de azul y rojo por el aliento de los aficionados de Xelajú MC, que desde muy temprano llegaron con banderas, tambores y cánticos, llevando consigo el espíritu de Quetzaltenango hasta la ciudad capital.
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No importaron las horas de camino ni el cansancio del viaje, los superchivos hicieron sentir su presencia como si el partido se jugara en el Mario Camposeco. En cada canto y cada aplauso se notaba el orgullo de representar no solo a un club, sino a toda una ciudad que respira futbol.

Las gradas se convirtieron en una fiesta. Familias enteras, grupos de amigos y hasta generaciones completas se unieron para alentar al equipo de sus amores. Entre humo de colores, tambores y voces al unísono, el ambiente fue una verdadera fiesta.

Mientras el balón rodaba en el campo, los de Xela demostraron, una vez más, que el viaje vale la pena cuando se trata de defender los colores del alma.





