Una investigación científica liderada por Senacyt y Usac emite una alerta roja tras confirmar que la pesca intensiva está provocando una grave crisis en la reproducción de peces esenciales en el Lago Atitlán.
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Según un estudio científico, la reproducción de dos especies de peces esenciales para la economía del lago Atitlán está disminuyendo debido a la pesca intensiva.
La investigación, presentada en Panajachel, identifica los periodos reproductivos más sensibles y advierte sobre la necesidad de aplicar medidas urgentes para evitar el colapso de sus poblaciones.
La investigación fue desarrollada por la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt), AMSCLAE, Diasca y la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac) a través del CEMA, la cual determinó con precisión científica los periodos reproductivos y el comportamiento biológico de cuatro especies comerciales: el dublí, la pepesca, el caparrito y la mojarra negra.

Según explicó Marcos Estuardo Pozuelo Núñez, de Senacyt, los meses de febrero, marzo y abril son los de mayor reproducción en el lago.
Con la llegada del invierno, las especies tienden a refugiarse a mayor profundidad, un dato claro para los pescadores, quienes deben ajustar sus prácticas para evitar afectar el ciclo reproductivo en su etapa más vulnerable.
El estudio alerta que el crapi y el bluní, dos peces de alta importancia económica, son los más perjudicados, pues con frecuencia son capturados antes de alcanzar su primera talla de reproducción sexual.

Esta práctica reduce su capacidad de recuperación y amenaza su permanencia en el lago.
Entre las recomendaciones presentadas se incluye continuar con investigaciones científicas más profundas, como sonificaciones que permitan rastrear los desplazamientos de los peces y las áreas donde se concentran.
También se reiteró a los pescadores la importancia de utilizar mallas con mayor luz, para permitir que los peces alcancen su talla reproductiva antes de ser capturados.
El estudio tuvo una duración de 18 meses, con un año de trabajo directo en campo en las áreas de desembarque de Panajachel, Cerro de Oro, Jaibalito y Santiago Atitlán.

De acuerdo con Fátima Reyes, de AMSCLAE, la investigación comenzó en 2022, fue aprobada por Senacyt y se realizó en coordinación con Dipesca y la Usac.
Ahora, dos años después, los resultados se ponen en manos de los pescadores y de las instituciones involucradas para orientar decisiones de manejo.

Reyes destacó que los hallazgos abren nuevas preguntas científicas: aún se debe determinar hacia dónde se mueven las especies después de reproducirse, qué profundidad alcanzan y qué medidas adicionales de protección pueden implementarse.
Las mesas de trabajo realizadas con pescadores y otros sectores serán, afirmó, esenciales para avanzar en la recuperación del recurso pesquero del lago Atitlán.




