Una y otra vez escribimos nuestra dirección, pero pocas veces nos detenemos a pensar por qué se llaman así los lugares donde crecimos. La mayoría de estos nombres guardan su propio relato.
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Muchos de los nombres que reciben los residenciales actualmente son definidos por las empresas inmobiliarias que desarrollan los proyectos. El nombre que le ponen suele deberse a una razón de mercadeo. Antes, eso no era común. Los nombres surgían como referencias locales basadas en accidentes geográficos o personajes conocidos. Con el tiempo su uso se hacía tan popular que quedaba grabado en la memoria colectiva.
Hoy en día conocemos muchas de las historias de los nombres por las tradiciones que se han transmitido por generaciones.
Al principio, una de las formas más comunes de nombrar un lugar era utilizar una característica del entorno. Por ejemplo, relacionarlo con los animales o plantas locales o con los ríos o montañas del lugar. Esa práctica persiste y un buen ejemplo está en el comienzo histórico de la Ciudad de Guatemala.

Cuentan que el ermitaño Juan Corz, en 1620, vio un pequeño cerro que le recordó al Monte Carmelo y por ello decidió construir allí una ermita dedicada a la Virgen del Carmen. La veneración atrajo tantos fieles que la zona se fue poblando y al barrio que se formó a sus alrededores se la llamó el "Cerrito del Carmen". A partir de este punto empezó más tarde la expansión de la nueva capital.
Otro ejemplo, pero más reciente, de nombre relacionado con una característica geográfica, es la colonia Canalitos, en la zona 24 de la ciudad. Su terreno boscoso estaba rodeado por pequeños riachuelos o "canalitos" que alimentaban los cultivos. Aunque la urbanización hizo que muchos desaparecieran, el nombre se quedó.
Otros nombres relacionados con la naturaleza son los de El Limón, en la zona 18, una extensa colonia que surgió entre los años 60 y 70 en campos que se caracterizaban por el cultivo de limón criollo. Algo similar pasa con la colonia El Mezquital, en la zona 12 de Villa Nueva. Surgida en los años 80, su nombre hace referencia al mezquite, un árbol que crece en tierras áridas.

Una evocación de fe y devoción
Cuando surgió la Ciudad de Guatemala, la vida social giraba alrededor de la religión, por eso era común que los barrios adoptaran el nombre de sus templos o parroquias. Eso puede verse en los primeros barrios del hoy Centro Histórico, denominados La Recolección, Santo Domingo, La Merced o La Candelaria.
En la actualidad, con el auge del evangelismo, también podemos encontrar colonias como Ríos de Agua Viva (en San Marcos) o Maranatha (zona 18).
El recuerdo de las fincas
Otro factor determinante en los nombres fue la práctica común de que las colonias tuvieran el nombre de la finca en que se desarrolló el proyecto.
Eso ocurre con la colonia La Bethania, en la zona 7, que fue desarrollada por el gobierno en los años 50 en la antigua Finca Nacional Bethania. En esa misma zona también estaba la finca La Verbena, que luego daría su nombre al cementerio y al barrio que creció alrededor.
En la zona 6 de Mixco, se encuentra Lo de Bran, que debe su nombre a que la finca era propiedad de la familia Bran. La Palmita, en la zona 5, también se construyó en la finca La Palma.
Detrás de cada colonia hay una historia y detrás de cada historia, personas que dejaron su marca y legado. Mantener viva la memoria de nuestras colonias y nuestros barrios es cuidar nuestra identidad.




