Son las 8 en punto de la mañana de un domingo. Me despido de mi familia, tomo mi motocicleta y me dirijo a trabajar para cumplir con mi turno ordinario en el periódico donde laboro.
Tomo la ruta de costumbre, en dirección al sur. Sobre la 6ta. avenida de la zona 4, bajo la velocidad y me ajusto el casco a medida que me acerco a la 8va. calle de la zona 9.

De pronto, veo un auto que gira en "U" por la intersección. Apenas me da tiempo de pensar que no me ha visto y va a gran velocidad. El corazón se me acelera: ¿qué puedo hacer? ¿frenar a 50 kilómetros por hora, continuar? Para entonces ya sé que el choque es inevitable.

Instintivamente opto por lo primero y freno lo más rápido que puedo. La motocicleta no se detiene, así que levanto las piernas y al impacto, vuelo por los aires y caigo al piso. Aún alcanzo a pensar que solo falta que no me arrollen los otros carros. ¿Acaso son mis últimos segundos de vida?

Me levanto como autómata y alcanzo a ver que el auto que me acaba de tirar escapa frente a mí, en contra de la vía. Reviso para comprobar si estoy entero y en cuestión de segundos mi boca y nariz empiezan a sangrar. Gracias a Dios, estoy bien. Me las arreglo para alejarme del pavimento y varios buenos samaritanos se acercan a auxiliarme.

Entonces empiezo a aceptar lo sucedido: me acabo de escapar de morir. Veo mi moto, al lado del "bomper" hay una placa de papel. Sonrío: me cuesta dar crédito a este inesperado regalo, pero de pronto tengo en mis manos la posibilidad de buscar justicia.
La denuncia
Ya con el número de placa, me dedico a buscar al responsable, poner la denuncia ante las autoridades correspondientes y esperar que lo ubiquen para obligarlo a enfrentar la ley.

60 días después, nos llaman las autoridades para mostrarnos el video. Me escondo el celular en la bolsa de la camisa y observo aquellos terribles segundos que pudieron acabar con mi vida.
Aquel día no sé si el hombre que está ante mí era quien conducía, pero su argumento frente a los juzgadores es el siguiente: “Yo soy de la provincia y ese vehículo lo vendí hace siete años. No soy responsable, no sabía que hay que hacer el traspaso de documentos a nombre de la persona que me compró el carro".
Tengo 43 años y nunca había escuchado algo tan ridículo como ese argumento. La juzgadora tampoco da crédito a la excusa del propietario del vehículo y emite su fallo: cancelar, por abonos, los gastos médicos incurridos. Para recuperar la reparación de mi motocicleta debo presentar otra denuncia. ¿Debo proceder?
Hace casi 20 años que conduzco motocicleta, siempre he utilizado casco aunque solo salga al mercado a comprar el almuerzo, porque uno nunca sabe si se puede encontrar con un irresponsable en la esquina.

Me da tanta rabia y coraje ver a cientos de motociclistas utilizando “casco para codo” o bien a los que llevan sus flamantes cascos mientras las esposas o acompañantes van sin ninguna protección. Miles de personas mueren por no usar casco, yo ahora puedo dar fe de primera mano.
Sé que no todos los motoristas conducen con responsabilidad pero es IMPORTANTE Y NECESARIO utilizar el CASCO para no convertirse en una estadística fatal más en Guatemala.

Al fin y al cabo, fue un accidente lo que a mí me pasó y tuve la fortuna de salir bien librado de un irresponsable y ofrecer mi testimonio.




