Emprendimiento familiar de Bety y Mishel: diversión, creatividad y personalización que ha conquistado clientes en San José e Iztapa.
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"De la mano de Dios, así como con amor, dedicación y constancia, hemos construido nuestro negocio", expresan Bety Huertas y su hija Mishel al recordar cómo hace dos años, iniciaron lo que hoy es un proyecto familiar que les genera ingresos y satisfacción personal.
La idea nació como una estrategia para atraer clientes al vivero de plantas ornamentales del abuelo. Mishi, como es conocida Mishel, compró en línea un traje de dinosaurio, sacó una bocina y comenzó a bailar frente al local.

Lo que inició como una ocurrencia, pronto se convirtió en una oportunidad de negocio: un cliente le pidió hacer una entrega especial y así surgieron las primeras presentaciones.
Con el tiempo, Mishel descubrió que podía diversificar sus servicios elaborando ramos de flores naturales, artificiales, de chocolates, gomitas e incluso con billetes.
Gracias a la demanda, hoy cuentan con más de 30 trajes de personajes que utilizan para animar las entregas en San José, Iztapa y comunidades cercanas de Masagua.

"Lo más importante de emprender es que sea algo que a uno le guste. Al inicio cuesta, porque no hay muchos clientes, pero la constancia hace la diferencia", aconseja Huertas.
De acuerdo con el economista Noé Barrera, para iniciar un negocio se requiere planificación financiera.
"Hay que estudiar el mercado, invertir con prudencia y tener un fondo de respaldo, ya que las ganancias pueden comenzar a notarse hasta después de tres o cuatro meses", señaló.

El emprendimiento de esta madre e hija es un ejemplo de cómo la creatividad, la perseverancia y el amor por lo que se hace pueden transformar una simple idea en un negocio sólido que sigue creciendo.




