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El negocio de la muerte: la historia de un sicario

  • Por Jessica Gramajo
19 de marzo de 2018, 05:00
Sebastián es un sicario confeso que otorgó una entrevista a Soy502 sobre cómo funciona el negocio de la muerte en el país. (Foto: Soy502)

Sebastián es un sicario confeso que otorgó una entrevista a Soy502 sobre cómo funciona el negocio de la muerte en el país. (Foto: Soy502)

Ha matado a decenas de personas. Su ocupación le dejó una pierna casi inmóvil. Aun así, no siente ningún remordimiento. El sicariato es su negocio y asegura que ha trabajado por encargos de políticos, alcaldes, diputados y narcotraficantes.

Su mirada y sus gestos reflejan satisfacción y complacencia con su labor. Vive en una casa sencilla, ubicada en las afueras de la ciudad, con su esposa y su hijo.

Por motivos de seguridad se le llamará Sebastián. No fue fácil llegar a él. Luego de concertar la entrevista con un tercero, Soy502 se presentó al lugar establecido, donde se pidió dejar el vehículo para transbordar a otro que ya esperaba.

Se permitió observar el trayecto hasta salir de la metrópoli, después todo fue oscuridad. El vehículo se detuvo. El camino era de tierra y varios niños jugaban fútbol, mientras los perros ladraban.

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En una vivienda humilde se abrió la puerta y salió Sebastián. Un hombre alto, que ronda los 40 años, de unas 145 libras, cabello castaño, tez blanca y con una cerveza en la mano. Sonriente saludó: "¿Qué quiere saber? ¿Cómo funciona el sicariatoVaya problema en el que se metió".

Aunque su especialización es el sicariato, su primer acercamiento al crimen fue con el narcotráfico cuando tenía 15 años. Le ofrecieron una cantidad considerable por llevar un kilo de cocaína hacia Nueva York.

“Yo no tenía necesidad, mi familia es acomodada. Pero hubo un viaje a Estados Unidos para ir a jugar fútbol el cual mi papá no podía costear y unos amigos me dijeron que me lo pagaban si llevaba el cargamento y acepté. Mi gana era ir a jugar”, asegura Sebastián, quien ofreció una entrevista en exclusiva.

  • Entrevista, parte 1:

La cruz de la ambición

Su semblante se ve cansado y su mirada es profunda y regia, pero refleja dolor. Según Sebastián, proviene de una familia acomodada. Incluso, dice, sus parientes “son personas honradas”. Uno de sus hermanos tiene maestría y el otro está por culminar el doctorado.

Él mismo llegó al octavo semestre de Ciencia Política en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Aunque comenta que pasó por la Landívar y la Mariano Gálvez. De la primera fue expulsado por un problema con un catedrático.

Sus padres desconocen a qué se dedica, pero están conscientes de que ha hecho “cosas malas”.

Su primer trabajo fue con el narcotráfico. “Fue la ambición... le aclaro que no lo hice por necesidad, sino por macho, porque yo puedo, porque yo soy”, describe.

Aunque sabía que sus pasos no eran correctos, continuó como empujado por la adrenalina y el orgullo. Mostró muchas destrezas que lo llevaron a ser considerado dentro de la organización y de esa manera logró escalar de “mula” (nombre de quienes transportan droga) a sicario.

¿Le gustaba lo que estaba haciendo?

¿Lo ilícito?

Sí...

"La verdad, sí", responde Sebastián, sin empacho ni titubeos.

¿Tuvo algún sentimiento cuando le tocó cumplir el primer trabajo de sicariato?

La verdad, me asusté mucho. Hasta la fecha me pregunto qué me protegió. Dios, él fue el que me cuidó, porque yo entré a quitar a un estorbo.

El "encargo" (la víctima) tenía como unos cinco o diez chuchos (guardaespaldas) y ninguno accionó su arma contra mí. Dios me protegió o ya habían comprado a todos.

  • ACÁ TE LO CONTAMOS

Sin embargo, esa no era la primera vez que Sebastián había jalado del gatillo. Tenía 14 años cuando mató a un joven de 19 con quien mantenía una riña por una menor de 14. Tuvo una pelea en la que él perdió.

Quería humillarme en un juego de baloncesto, para impresionar a mi novia. Como me negué a jugar porque llevaba las de perder, me pateó, me golpeó. Entonces saqué la pistola de mi papá, fui a afinar puntería, lo esperé y lo maté por la espalda”, comenta sin ningún remordimiento.

¿Qué sintió?

Rico, la verdad, rico” –asegura con una sonrisa cínica en el rostro y una mirada penetrante–. “¡Yo no me arrepiento de ningún asesinato! De ninguno, porque todos los que yo he matado eran malos”.

Para Sebastián, después de haber matado la primera vez, iba a ser fácil matar por dinero. Y así fue. Bastó un poco de adulación para que se atreviera a incursionar en el sicariato.

Mientras transcurre la entrevista varios hombres observan desde atrás. Algunos fuman, otros simplemente se limitan a escuchar, mientras que alguien específico enciende y pasa cigarros al entrevistado, quien solo necesita hacer un gesto para ser atendido.

  • Entrevista, parte 2:

"La Oficina"

Mucho se ha dicho acerca de matar por dinero. Varios menores han sido capturados y aseguran que cobraron 50 quetzales por quitarle la vida a otra persona. Para Sebastián eso es "cobardía".

Eso ya es tema de pandillas. Yo no trabajo con pandillas, ni con letras ni números. Eso que me dice es cobardía, porque los obligan a participar en algo que no quieren, pero no tienen elección”, critica.

Además, “ese tipo de asesinatos son para lastimar a personas que se están ganando la vida de una manera honrada. La mayoría es por tema de extorsiones. A nosotros nos contratan para cosas específicas y si queremos aceptamos. Yo solo acepto cuando el caso es de una persona mala”.

El “sicariato formal” trabaja de una manera más organizada. Incluso, cuenta con un lugar al que llaman “La Oficina”, a donde llegan casos específicos y los sicarios deciden si aceptan o no.

“Donde yo estoy somos unas diez personas. Está una más a la que nunca se llega a conocer”, detalla.

¿Quién es esa persona? ¿Por qué nunca se le llega a conocer?

No responde. Solo esboza una sonrisa irónica y se lleva el cigarro a la boca, luego hace un gesto de rechazo.

¿Es al que le llaman "el patrón" (término utilizado en el narcotráfico para referirse al jefe)?

Yo nunca le he llamado patrón a nadie (dice con tono airado). No se le puede llamar patrón porque es ilícito. Yo les digo "el diablo", "los cínicos", "los cobardes"... Entre ellos hay alcaldes, diputados, políticos que contratan para hacer lo que yo hago. Muchos de los que me contrataron ya están presos.

Ellos pagan bien, porque ellos pagan por el silencio, por que el trabajo salga bien.

¿Qué interés pueden tener estas personas para contratar a un sicario?

Tienen intereses de todo tipo. Ha habido contratos por periodistas. No la voy a ofender, pero los periodistas son muy chismosos y andan "shuteando" mucho, andan averiguando mucho. Entonces los mandan a callar... Ellos se quitan a todas sus piedras en el zapato, se los quitan del camino. Tampoco les gustan sus contrincantes, entre los mismos políticos se tocan.

  • INFÓRMATE

¿Para qué otro tipo de personas ha trabajado?

De todo. Tuve el caso de un ingeniero que quería el contrato de un negocio de un centro comercial y se lo estaban disputando entre dos. Él me pagó 50 (mil quetzales), pero ganó como 300 o 400 (mil quetzales).

¿Hay listas de espera?

Sí, la gente trabaja así. Esto es un loteriazo, a lo mejor por usted ya pagaron y no lo sabe (dice sonriendo) y solo está (hace un gesto como de alargar tiempo). Esto es así, sí hay listas. Tengo lista, pero a como se vaya dando el día y la necesidad lo hacemos.

¿Cuánto espera una persona para que se cumpla su solicitud?

El dinero. Si ofrece muy poquito, le tocará esperar hasta un año. Esperar a que me vaya mal en mi situación económica; si estoy bien, pues no lo hago.

Aunque Sebastián asegura que no recibiría menos de 25 mil quetzales, reconoce que ha matado por encargo sin cobrar. Lo hizo por una señora que era víctima de violencia intrafamiliar. "Ella me contó que su esposo la golpeaba, así que entré a su casa y lo maté. Esas cosas no las soporto", dice sin remordimiento.

Lo más que ha cobrado son 350 mil quetzales y reconoce que "no ha sabido pensar mucho".

El pago es diferente cuando se trabaja para el narcotráfico, ya que se devenga un salario y no importa a cuántos se maten. "A lo mucho, dan un bono si lleva chuchos, pero nada más. Ahora yo decido cuánto, dónde y qué cobrar", detalla.

  • Entrevista, parte 3:

Los preparativos de un crimen

De acuerdo con Sebastián, efectuar su labor no es fácil, porque se emprende un seguimiento que puede durar hasta ocho días.

“A muchos los agarran porque no montan inteligencia. Yo necesito medir tiempos, semáforos, si hay policías o no. Hago llamadas a la policía y a los bomberos para establecer qué tan rápido llegan... En menos de ocho días no le trabajo, porque para ir a matar a alguien es fácil, la cosa es no ir a prisión”, explica.

Además, "al contratar a un menor por 50 quetzales, se corre el riesgo de que este delate al autor intelectual si es capturado por las autoridades o por los "chuchos" del encargo. Cuando lo estén torturando va a contar todo".

Según Sebastián, no utiliza más de dos balas para cada “encargo”. “La idea es que sea limpio”, dice. Es por ello que ha tenido "contratos" en El Salvador, Honduras y México.

  • Entrevista, parte 4:

Los mensajes de la muerte

La mayoría de veces la labor del sicariato se trata de jalar el gatillo, pero otras en las que hay que torturar. Cada uno de los golpes, además de tratar de inflingir el mayor dolor posible, lleva un mensaje.

Sebastián recuerda que en una oportunidad “agarraron a uno que se había robado seis kilos de cocaína. Se empezó por sacarle las uñas, para informar al resto que era un ladrón".

“A los 'gatilleros' (sicarios o guardaespaldas) se les quita el dedo índice de la mano derecha, porque es una seña de que ya no podrán disparar. Cuando se les cortan las orejas, es porque escucharon de más y si se quita la lengua, es porque está hablando... Todo eso se le envía a las personas para las que se trabaja como un souvenir o mal llamados recuerdos, para que sepa que ya no existe el gatillero o el encargo”, describe.

En otra oportunidad, Sebastián castró a una persona, que según él violó a una niña de siete años y los papás del joven pagaron para darle esa lección. "Imagínese, no hubo medicamentos y menos conocimiento de medicina”, comenta. Otra forma que se utiliza es quemar a las víctimas, pero “eso se hace para eliminar la evidencia. Ese olor es penetrante, pasan días sin poder quitarlo de la nariz”.

Sebastián se negó a revelar cuántas personas ha matado, pero se ufana en decir: “No he matado a ninguno bueno”.

¿Ha enfrentado a la muerte?

Varias veces, ¡uh!, de hecho también hay contrato por mí. Vienen colegas y me dicen: "Mirá, soltaron tanto por vos". Y yo les pregunto: "¿Te las vas a ganar?", pero hasta ahora me han compartido el pago.

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A mí me han torturado, electrocutado, me han metido en toneles de agua fría en la madrugada, me han golpeado los pies, porque eso es lo que hace la policía, no lo golpea a uno en la cara, para que no queden marcas. Golpean los pies para que uno ya no pueda caminar.

Yo sé que a mí me van a matar. Yo no puedo morirme así de fácil. No, a mí me tienen que matar, yo lo sé, yo lo sé (dice mirando directo a los ojos). El que a hierro mata a hierro muere. Yo lo sé. Toca, así es. Cuando toca, toca. Qué bonito fuera. Yo se lo dije todavía a mi mamá: "Mama, yo he hecho mucho daño, yo sé que tengo que pagar". Se lo dije un miércoles y el domingo me estaban destrozando la pierna a tiros. Pero venía de sacar un trabajo. La liebre me saltó donde menos lo esperaba, pero así fue.

  • Entrevista, parte 5:

El saludo al cielo

¿Usted cree en Dios?

Sí, totalmente.

¿Efectúa algún tipo de ceremonia o ritual antes de asesinar?

Eso todos lo hacemos, todos los delincuentes lo hacemos, todos los bandidos lo hacemos. Todos nos encomendamos a Dios, toditos, toditos. Pero es la ironía de la vida, imagínese que usted sale en la mañana pidiéndole a Dios regresar bien y yo salgo pidiendo lo mismo; al mismo Dios, porque usted le reza al mismo Dios que yo le rezo.

En su vivienda hay un altar en el que se aprecia la imagen de una virgen, acompañada de un rosario. A un costado está la escultura de la Santa Muerte, todoas colocados en una pequeña mesa con mantel blanco y velas.

Como parte de los rituales, los sicarios de oficio llevan una bala extra, la cual está guardada en su bolsillo por si tiene que utilizarse para sí mismo, estas regularmente están bendecidas.

  • Entrevista, parte 6:

Sin puerta para el remordimiento

¿Qué hace después de haber asesinado a una persona?

Depende, si hice mucha bulla y corro riesgo, lo primero que hago es lavarme las manos, no le digo cómo porque... (sonríe) por cualquier prueba de parafina... Si todo salió bien, me baño, y quizá cínicamente me pongo a jugar con mi hijo. Me ha tocado jugar, sabiendo lo que acabo de hacer.

¿Cómo concibe a las personas que ha matado? ¿Qué piensa de ellas?

Que no servían. No servían para nada. Están envenenando, están mandando a matar, están violando... No sirven.

Yo le voy a matar a alguien que le esté haciendo daño a la sociedad, alguien que esté robando motos, (por ejemplo). Yo sé que voy a hacer un bien, porque le roba a mujeres, le roba a niños. Gente así es que los ayudo a irse con Dios.

Tampoco voy a agarrar a alguien que no creo que se lo merezca. Acá vienen muchos con desesperación. Mujeres dolidas vienen un montón. Yo se los digo: "si el hombre le es infiel, entonces déjelo, no lo mate". Hay muchos hombres que vienen: '"Ay, es que mi mujer me fue infiel, matala..." No, allí no (hace un gesto de desaprobación).

  • LÉELO

¿Hay alguna historia de sus "encargos" que le haya impactado?

Uno de Chiquimulilla. El tipo era malo, era malísimo. Si le gustaba una niña de 15 años, la agarraba. Y los papás no podían hacer nada porque él era muy pudiente. Tenía conecte con el Gobierno, tenía conecte con el alcalde. Si le gustaba un ganado, se lo quitaba. Él se manejaba como con 16 o 17 "chuchos" y todos le tenían pánico.

Me contrató gente humilde, porque agarró a una niña de 13 años y la dejó embarazada. Ellos ni siquiera terminaron de pagarme. Me dieron 1 mil quetzales de adelanto, el resto lo pagarían cuando terminara la cosecha. No lo cobré, sabía que esa gente se iba a quedar sin nada. El trabajo se hizo y estoy seguro de que hubo mucha alegría en el pueblo.

  • Entrevista, parte 7:

Atrapado

¿Ha pensado en dejar algún momento esta vida?

Siempre queremos, todos en su momento. Todos. Le digo, güiros de 17, 18 o 19, porque sabemos que no es bueno. Es mentira que uno diga que es bueno. Pero como siempre sale un contrato y siempre viene el cobro de la luz, agua, teléfono, cable... es difícil.

¿Que se necesitaría para que usted deje el sicariato?

Aislarme.

¿De quién?

De la sociedad. Se lo digo, es una enfermedad, no es excusa, porque eso es mentira. Es una enfermedad. Las personas como nosotros somos muy volátiles. Por muy frío y calculador que me pueda ver, en un momentito voy a perder el control y, ¡pum!, mato.

Tuve un problema por una hielera que presté y no me la querían devolver. Le dije a mi señora: "Mirá, empacamos, que nos vamos". Fue la primera vez que le tocó salir huyendo. Entonces, empacamos, saqué mis pertenencias, fui, lo maté y nos fuimos.

¿Cómo ha vivido esa experiencia su esposa?

Mucho daño, yo sé que le he hecho mucho daño.

  • MÍRALO AQUÍ

¿Y su hijo?

Trato de inculcarle que sea lo más bueno que pueda. Le enseño que pelear no le lleva nada bueno, que hacerle daño a alguien no le lleva nada bueno.

Tengo mucho miedo de que cuando él despierte, y si trae lo mismo que yo, no pueda controlarlo. Mi sueño es sacar un buen dinero e irnos lejos de la sociedad. Irnos a vivir a una montaña, a una casa, donde haya cobertura de internet para que no sea tan salvaje, pero que no esté contaminado.

¿Ha buscado ayuda?

No, porque yo sé que yo soy el problema. Ahora le pregunto yo: ¿usted le puede ir a pedir ayuda a alguien que nunca ha matado? ¿Cómo me va a ayudar? ¿Un alcohólico le puede ir a pedir ayuda a alguien que nunca ha tomado? ¿Una madre soltera le puede pedir ayuda a una mujer que nunca ha sido madre? Entonces, no hay ayuda para nosotros. ¿Quién me puede guiar a mí?

Controles de ira hay un montón, pero quién me dice a mí (cómo controlar) esa satisfacción de matar. Porque es una satisfacción la que se siente. (Es como) cuando usted quita algo malo de su vida, es como decir una espinilla que se tiene, cuando uno la saca ¡pum!, ya no la tengo; lo mismo es cuando uno elimina a una persona que ha estado molestando, que ha estado chingando.

A pesar de todo. Sebastián no se considera un sociópata porque asegura que puede vivir en sociedad, aunque reconoce que “lo mejor” para él sería “vivir aislado”.

"No he sido una blanca paloma, pero no ataco a la sociedad. Narcotráfico: yo nunca obligué a nadie a que inhalara o que fumara, solitos con sus propios pies llegan y compran. Que la facilito, sí", dice. 

  • Entrevista, parte 8:

Como agua entre los dedos

¿Qué ha hecho con el dinero que ha cobrado?

Subsistir, sobrevivir, vivir..., porque ese dinero siempre es mal habido y el dinero mal habido no dura ni 5 días.

¿Lujos?

No, porque el ser ostentoso nos va a poner en el radar de la policía. Por eso capturan a mucha gente, porque ver a un 'indito' en un lujo de carro, rápido: o es narco, secuestrador o sicario... Entonces, ¡pum!, lo agarran. 

Llega un vecino nuevo a la cañada... No sale, no trabaja, rápido lo pone en el radar de la policía. Yo no. Prefiero comérmelo, no uso bancos tampoco. No uso cheques, depósitos, nada. Todo es efectivo.

La falsa rehabilitación

Sebastián ha estado en prisión. Cumplió una condena de ocho años, dos de ellos en México, donde lo atraparon.

Aunque se supone que son centros de rehabilitación, el sicario asegura que no es así.

La prisión nunca lo va a curar a uno. Hay personas que necesitamos ayuda, hay otras que necesitan ver la vida de frente y estamos otras que nacemos enfermas... Hay personas como yo (pausa) que quizá deberían de estar apartadas”, comenta observando hacia otro lado.

"Suena duro, pero la única solución para corregir a un ladrón, asesino, extorsionador, diputado, alcalde es metiéndole un tiro en la cabeza, y ese se corrige. No vuelve. Eso es lo mejor. Suena duro, pero es lo mejor. Porque eso de una segunda oportunidad, eso es paja. Aquí estoy (se toca el pecho), ya uno lo trae".

Usted dice que no trabaja con pandillas, si no es así, ¿cómo las percibe?

Son un cáncer. Las pandillas son la guerrilla urbana y los gringos fueron quienes las metieron. Son un cáncer que está matando a la sociedad, por ello es fácil mandar a un niño a disparar un arma.

  • Entrevista, parte 9:

Los “cobardes”

Sabiendo que diputados, alcaldes y políticos lo han contratado, ¿qué piensa de la lucha anticorrupción?

Están haciendo público lo que ya se sabe. El dinero no regresará al pueblo, pero al menos ellos ya no duermen tranquilos.

Los del Gobierno, ellos son los peores. Nosotros somos peones, pero los que están allí son lo peor. He trabajado para diputados, para alcaldes, para políticos. Ellos son los que han mandado a hacer muchas cosas, ellos han pagado. El que contrata al sicario es peor que el sicario. Porque uno mata con balas y el otro mata con plata, ¿quién es el más cobarde?

Hay algunos políticos que están en prisión que son secuestradores, asesinos... Yo los conozco y ellos me conocen y me han contratado. Otros más aún siguen libres.

  • Entrevista, parte 10:

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