Vuela el tiempo, pero el disparo de Jean Pierre Brol para pegarle al bronce en los Juegos de París 2024 sigue tan fresco como si hubiera sido ayer. Se eriza la piel al recordar al atleta de tiro con armas de caza subido en el podio de privilegiados.
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Hace un año, a miles de kilómetros de Guatemala, en la inolvidable e histórica ciudad de Chateauroux, Francia, hizo lo inédito en su deporte y a pura concentración, "buen ojo" y temple logró unir y hacer brotar lágrimas de felicidad a todo un país en plena mañana.

La noticia corrió como la pólvora. Las redes se inundaron de mensajes que resaltaban el orgullo por tener a un compatriota en el olimpo del deporte mundial; otro después de 12 largos años, desde la faena del marchista Érick Barrondo. No había palabras para tantas emociones.
El menor de la dinastía Brol se acercó a la gloria con una racha de 61 platos consecutivos, en una muestra de pulso y de nervios de acero y en la final, a contracorriente, con el 35 como número mágico, se hizo espacio con el bronce por detrás del británico Nathan Hales, quien ganó oro, y el chino, QI Ying, plata.

Tantos años de esfuerzo y con dos citas esquivas (Río 2016 y Tokio 2020) desde su debut en Londres 2012, cuando fue compañero del pionero Barrondo, ganador de la plata, Jean Pierre volvió para cobrarse revancha y reclamar su lugar en el paraíso de las estrellas olímpicas.
Su gesta está marcada para la eternidad, al igual que los Juegos de París, en los que Guatemala pasó del sueño a la realidad y del suspenso a la alegría por volver a experimentar las sensaciones olímpicas, aunque algo dorado estaba por llegar. Como dicen: "recordar es volver a vivir".




