Descubre la historia de Tayasal, la capital itzá que sobrevivió 173 años después de la llegada de Pedro de Alvarado a Guatemala en 1524.
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El espesor de la selva petenera permitió que la ciudad de Tayasal permaneciera como el último reducto libre del mundo mesoamericano.
Tal condición la conservó 173 años después de que Pedro de Alvarado ingresara a actual territorio guatemalteco, vía el Soconusco, en 1524.

De acuerdo con el arqueólogo Suarlin Ramírez Córdova, los primeros pobladores se establecieron hacia el año 900 después de Cristo, a orillas del lago Petén Itzá, durante el período preclásico maya.
Siglos después, se convirtió en la capital fortaleza de los itzáes que recorrieron el camino de vuelta desde Chichén Itzá, estado mexicano de Yucatán, y su gobernador recibió el título de Canek.
Aunque Hernán Cortés pasó por Tayasal en 1525, en su expedición a Honduras, no dejó destacamento permanente en la región, la cual permaneció inaccesible a los europeos.

Esto le permitió servir de refugio para los grupos mayas que huían del dominio español en las tierras altas, lo que aumentó su población y reforzó su carácter de enclave autónomo.
Su localización en medio del lago, accesible solo por canoas o caminos angostos a través de la selva, ofrecía una ventaja estratégica que frustró durante décadas los intentos de conquista.

En 1541, misioneros franciscanos intentaron evangelizar a los itzáes, sin éxito. Volvieron a probar en 1618 y 1619, sin que los indígenas aceptaran la conversión, destruir sus templos y rendir tributo a la Corona.
Fue hasta finales del siglo XVII cuando Martín de Urzúa y Arizmendi, gobernador de la capitanía general de Yucatán (adscrita al Virreinato de la Nueva España), decidió abrir el camino real desde Campeche hasta Petén. Pese a los obstáculos impuestos por la naturaleza y los pobladores, logró ponerle sitio a Tayasal y ocuparla el 13 de marzo de 1697.

El actual sitio arqueológico abarca un perímetro de siete kilómetros cuadrados. La mayoría de edificios, plazas y plataformas aún se encuentran bajo la tierra y la vegetación.
Entre las estructuras parcialmente expuestas figura la acrópolis de unos 30 metros de altura, que de acuerdo con las investigaciones funcionaba como residencia de la élite gobernante.




