Principales Indicadores Económicos

El lenguaje de los bocinazos

  • Por Mario Cordero Ávila
11 de enero de 2018, 16:03
No todos los bocinazos tienen el mismo significado. (Foto: Servicios de agencia)

No todos los bocinazos tienen el mismo significado. (Foto: Servicios de agencia)

Durante el tráfico de diciembre y esta semana, me he dado a la tarea de tomar notas precisas del lenguaje de los bocinazos.

He de decir que hay dos aspectos por tomar en cuenta: la extensión del bocinazo y el número de bocinazos continuos, pero el primero es mucho más importante por su significado.

En cuanto a la extensión, hay tres clases de bocinazos: el largo (que significa que detrás hay un conductor iracundo), el corto (que tiene un tono amable) y el intermedio (que puede significar ira o amabilidad, según el caso).

Por ejemplo, en un semáforo. Supongamos que tras una larga luz roja, el conductor de hasta adelante no avanza al dar verde. Si el conductor de atrás emite uno o dos bocinazos largos, significa un reclamo que grita: “¡AVANZÁ, IDIOTA!”. Mientras que dos o tres bocinazos cortos usualmente es para avisar al de adelante que ya puede pasar porque quizá no ha visto porque el semáforo que le quedó fuera de su ángulo visual, o porque se distrajo chateando. Dos o tres bocinazos de mediana duración podría significar un aviso amable, pero de un conductor estresado por la prisa.

Un ejemplo de bocinazo de corta extensión, dos seguidos, es de un conductor para agradecer que otro le dio vía o bien para agradecer a un guardián de garita que le haya abierto para pasar.

En cambio, el bocinazo largo casi siempre se da en modo violento, para avisar a alguien que se va metiendo en su carril para que no lo haga, o para apurar a un conductor que va en el carril de la izquierda muy lento y que le exige que se quite.

Hoy día existe la tendencia de lo que llaman “manejar a la defensiva”, que en realidad es manejar a la ofensiva. Esta técnica consiste en tener una mano en el timón y otra en la bocina y usarla cada vez que otro carro quiera interrumpir su transitar, incluso tan solo con ver un pidevías. Los motoristas, especialmente de comida rápida, se especializan en esta técnica, aún sabiendo que infringen la ley al ir entre los carriles.

Un consejo para el conductor violento de largo bocinazo es que si el de adelante no avanza es probable que sea porque no puede. Otro consejo es que si un agente de la PMT no deja pasar por dar vía preferente a otro carril, cada bocinazo largo incrementa en 36 segundos en que seguirá dando la vía a los otros.

El peor uso es cuando un bus de pasajeros pega largos bocinazos al llegar a una parada, para alertar a los que esperan, como si estos no estuvieran pendientes. O peor aún, cuando los buses o furgones bocinan cuando entran en un túnel de un paso a desnivel, para destrozar los oídos de los demás.

Pero la reflexión final es que, si muchos aún no lo saben porque se encontraron la licencia en una caja de cereal, es que según el Reglamento de Tránsito, el único uso que se le puede dar a la bocina es para evitar un accidente, y estoy en un 98.97% seguro de que el 99.96% de los bocinazos no son para este fin.

Pienso, pues, que la bocina en los carros es como el apéndice en las personas: que está ahí, pero nada malo pasaría si de pronto un fabricante se decidiera a eliminar la bocina.  

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